Mirando al otro lado

La larga noche venezolana

Con la llamada telefónica entre el Presidente Lula y el Presidente Biden

La larga noche venezolana
Ricardo Pascoe Pierce / Mirando al otro lado / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Con la llamada telefónica entre el Presidente Lula y el Presidente Biden pocas horas después del cierre de las urnas en la elección presidencial en Venezuela, parecía que podría imperar la sensatez ante un hecho contundente e irrefutable que ambos líderes reconocieron: la oposición había ganado la elección y era momento de operar una transición política pacífica en ese país.

Pero el gobierno de Maduro rápidamente dejó en claro que estimaba haber ganado la elección, e hizo que la Comisión Electoral de ese país anunciara su victoria poco tiempo después del cierre de urnas. No presentó cifras por casilla; más bien, sugirió que con los totales era suficiente: 52% Maduro, 44% González.

En cambio, la oposición presentó los resultados por casilla arrojando otro resultado: Maduro 30%, González 67%. ¿Cuál es la diferencia cualitativa entre unos y otros? Que Maduro ofrece datos globales (52-44) cuando la oposición ofrece datos casilla por casilla. Es decir, la oposición está en condiciones de comprobar cuáles datos globales son los correctos, probando que los datos globales de Maduro se generaron en una oficina, siguiendo las instrucciones del jefe.

El gobierno de Maduro negó la validez de los datos casilla por casilla de la oposición, pero no presentó los suyos, desglosados. Y empezó a atacar a la oposición, primero verbalmente y después físicamente. Obviamente está resuelto a no ceder el poder bajo ninguna circunstancia. Debe estar muy confiado en que cuenta con el apoyo irrestricto de la Fuerzas Armadas de Venezuela.

Hay decenas de muertos y más de mil detenidos entre los opositores, producto de las acciones de represión del gobierno de Maduro que se niega a aceptar el veredicto del pueblo. Brigadas “civiles” del gobierno, entre ellos algunos cubanos, atacan a la oposición en sus casas y lugares de trabajo. Maduro llama a encarcelar a los líderes principales de la oposición y anuncia la creación de dos cárceles más estilo Bukele.

La iniciativa Lula-Biden obviamente naufragó. El punto de quiebre del esfuerzo por encauzar pacíficamente el proceso transicional se produjo cuando Brasil, Colombia y México decidieron ir contra la resolución de la OEA que exigía al órgano electoral oficial venezolano que aportara los datos casilla por casilla para sostener su afirmación de que Maduro había ganado la elección. Esto, dado que los datos casilla por casilla de la oposición concluían otro resultado radicalmente distinto.

Maduro busca insertar a Venezuela en el mundo de “los otros datos”, donde supuestamente es posible confrontar datos verificables y salir con conclusiones completamente diferentes. Es un túnel del tiempo donde Maduro tiene que ganar tiempo para desgastar a la oposición, con un sólo propósito: no ceder el poder.

Por lo pronto ya logró dividir a América Latina en tres bloques: sus corifeos (Cuba, Nicaragua y Bolivia), los tres tontos útiles que le permiten alargar su estancia en el poder (Brasil, Colombia y México) y los resueltamente opuestos a que continúe en el poder (Estados Unidos, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Perú, Argentina, Uruguay, Paraguay, entre otros). Chile se ubica entre los tontos útiles y los opuestos a su estancia en el poder, sin definirse con claridad.

Los tres tontos útiles hoy son el gran obstáculo para lograr una transición pactada y política en Venezuela. La razón es elemental: en la medida en que Maduro puede jugar por enésima vez la carta de que negociará con la oposición, pero sin la menor intención de pactar algo diferente a su permanencia en el poder, se cobijará con la influencia de los tres tontos útiles.

Cada uno de los tres tontos útiles tiene sus razones para ayudar a Maduro a prolongarse en el poder. Una primera razón común es que probablemente los tres recibieron dinero del gobierno de Maduro para financiar sus campañas, como sucedió con Cristina Kirchner en Argentina.

La segunda es que existe cierto emparentamente identitario en lo ideológico. Mientras luchan por los pobres, unos aceptan el reto de hacerlo dentro de los parámetros de la democracia, otros optan por ser dictadores “mejorando las condiciones de vida de los pobres”, como Maduro.

El Presidente Lula se preocupa más por su reputación internacional para tratar de ser jugador mundial, porque Brasil es miembro de BRICS, y quiere ser nombrado miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Por esas razones Lula trata de mantener la reputación de ser un estadista de talla mundial y un operador capaz de solucionar grandes conflictos. Venezuela debería ser una gran prueba para él. Pero se tropezó con dos aliados que van en direcciones opuestas.

El Presidente Petro es un activista histórico de la causa bolivariana, pero el país que gobierna no está de acuerdo con él. Colombia tiene una estructura institucional sólida que se opone a las pretensiones dictatoriales de Maduro y rechaza categóricamente su ideología política, si es que la tiene.

Y la alianza estrecha entre Venezuela y Cuba ha sido un tema de discordancia entre la clase política colombiana. Por tanto, el Presidente Petro básicamente prefiere la permanencia de Maduro en el poder en Venezuela en vez de que lleguen nuevas fuerzas a gobernar ese país, probablemente más identificadas con sus propios opositores en el Congreso colombiano.

Para Petro, defender a Maduro es un acto en defensa propia, aunque reclame, sotto voce, las actas de las casillas. El caso del Presidente López Obrador se parece mucho al caso de Petro, pero con dos situaciones coyunturales que lo hacen ser “el ala radical” de la triada de países de los tontos útiles.

Su obvia preferencia es que se quede Maduro en el poder y que derrote a las fuerzas del mal neoliberal que lo acosan. Su ambigüedad inicial sobre el caso de las elecciones en Venezuela se ha transformado en una militancia “en defensa de la soberanía y el derecho a la autodeterminación” del pueblo de Venezuela. Ha rechazado y repudiado a la OEA y su participación en la discusión continental sobre el caso, e, igualmente, ha criticado severamente a Estados Unidos cuando este da todo su respaldo al candidato opositor.

Dice AMLO que es un intervencionismo inaceptable, cuando él apoya a Maduro, y no lo considera intervencionismo. Pero el contexto mexicano tiene otro ingrediente. AMLO está lo que le sigue de furioso con Biden por la captura del “Mayo” Zambada en territorio nacional y que fue llevado, con o sin su consentimiento, a Estados Unidos.

Todo el incidente está rodeado de versiones contradictorias que obviamente sirven como cortina de humo para que nunca se sepa la verdad sobre el acontecimiento, su origen y desarrollo. La exigencia de AMLO a Biden que le dé más información sobre el incidente no ha recibido respuesta. Se siente ofendido y muy enojado. Y se da en el contexto en que AMLO deja la presidencia en dos meses. Es el famoso “pato cojo” que nadie toma en serio. Por todo esto, AMLO milita contra todo lo que proponga Washington en el caso venezolano, y empuja a que Brasil y Colombia hagan lo mismo.

De ahí que los tres países han abandonado el rol de ser instrumento para pactar la transición pacífica en Venezuela y se han convertido en los tontos útiles de Maduro y su intención de permanecer en el poder.

Viene una larga noche para Venezuela. Y los países que deberían haber servido como mediadores para lograr una transición política pacífica en ese país claudicaron en su papel y responsabilidad, para la vergüenza histórica de Brasil, Colombia y México.

POR RICARDO PASCOE

COLABORADOR
ricardopascoe@hotmail.com
@rpascoep

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