Columna Invitada

La intimidad como espectáculo

“El asalto a la privacidad hace que todos nos acostumbremos a su desaparición”, escribió Umberto Eco en su libro A paso de cangrejo

La intimidad como espectáculo
Daniel Francisco / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

Estamos atados a una conversación pública orientada por una extraña y caprichosa agenda. En las redes sociales es notorio cómo brotan expertos en los temas de moda (tendencias). Un día se habla de olimpiadas, geopolítica, campañas presidenciales, y al otro, de gente encerrada en una Casa con la única ocupación de picarse los ojos (los unos a los otros). 

“El asalto a la privacidad hace que todos nos acostumbremos a su desaparición”, escribió Umberto Eco en su libro A paso de cangrejo. 

Y en esta “casa de cristal” la audiencia está al pendiente de lo que ya ve en su propio entorno. No hay nada diferente. Sólo que es más divertido ver las peleas de los personajes de la farándula.

Imagino que debe existir un búnker en la que cerebros privilegiados se ponen de acuerdo en la elección de los temas para los ciudadanos hambrientos de entretenimiento. 

Hay mercado para todos. En la serie Peaky Blinders los negocios del gángster son clausurados (temporalmente, respetando un guión preestablecido) abruptamente. No es que la administración quiera desaparecer los pactos con el crimen.

Como ocurre a menudo, siempre hay un ministro en apuros, atrapado en un escándalo, y se necesita de la vieja fórmula para distraer a la opinión pública. La conversación cambia de tono, se vuelve una condena moral. La cortina de humo funcionará por unos días. 

Y a veces, cuando ese monstruo de mil cabezas (opinión pública) se pone intenso hay que convertirse en un gran surfeador para sobrevivir a su petición de sacrificios, al tributo mediático, a la “cabeza” reclamada.

El mejor ejemplo de lo anterior está representado en el primer episodio de la serie Black Mirror. La máxima autoridad política de Inglaterra es un títere del secuestrador de la princesa, de sus empleados y de la audiencia. Se verá obligado a perder su integridad en vivo y frente a millones de espectadores. Todo para salvar a un miembro de la aristocracia. Un hombre poderoso también puede ser el hombre más vulnerable del planeta.

Por Daniel Francisco

Subdirector de Gaceta UNAM 

@dfmartinez74

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