La encerrona

Aún estamos a tiempo

“La democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado.” Winston Churchill

Aún estamos a tiempo
Adriana Sarur / La Encerrona / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

El concepto de democracia se ha ganado su lugar en el mundo. En la actualidad (y mayoritariamente en Occidente) acabar con la democracia vía golpes de Estado armados es cada vez menos probable y es condenado por todo el sistema internacional.

Sin embargo, exterminar los regímenes democráticos hoy es más peligroso y sofisticado porque se realiza desde dentro de la misma democracia a través de líderes populistas o mesiánicos y mediante las urnas y así estos personajes son avalados por la ciudadanía.

Es por esto que cuando los extremos -sean de izquierda o derecha- es necesario señalarlo o impedirlo, puesto que estas ideologías polarizadas son más proclives a socavar esta forma de gobierno.

En nuestros días tenemos ejemplos a raudales, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Argentina o Venezuela son muestras del debilitamiento institucional por la vía democrática que ha decantado con una disminución de derechos, libertades, economía, libre comercio, educación, seguridad, servicios de salud, entre otros, propios de una democracia fuerte y de un gobierno consciente en el bienestar de la población.

En México, si bien mantenemos una vida democrática vigorosa (con muchas áreas de oportunidad, cierto), esta se puede perder por decisiones absolutistas y llenas de hambre de poder. 

No es solo la serie de reformas constitucionales, coronadas con la del Poder Judicial, sino el deseo exacerbado por reescribir una nueva Carta Magna al gusto y antojo de quien ostenta el poder. Para detener esto, lo primero es evitar una sobrerrepresentación en la Cámara de Diputados en una nueva legislatura a partir del primero de septiembre y la batalla se dará en los siguientes días en primera instancia en el INE y, en la siguiente instancia, en el Tribunal Electoral del Poder Judicial.

El nudo gordiano está en la propia Constitución, seguir al pie de la letra o ir por el camino de su interpretación jurídica, representación por partido político o por coalición electoral.

En su artículo 54, la Constitución dice lo siguiente: “Ningún partido político podrá contar con más de 300 diputados por ambos principios”, uninominal o plurinominal. “En ningún caso, un partido político podrá contar con un número de diputados por ambos principios que representen un porcentaje del total de la Cámara que exceda en ocho puntos a su porcentaje de votación nacional emitida.

Esta base no se aplicará al partido político que, por sus triunfos en distritos uninominales, obtenga un porcentaje de curules del total de la Cámara, superior a la suma del porcentaje de su votación nacional emitida más el ocho por ciento”. 

Así, con la claridad de la ley, lo que se está intentando es pasar del 58.4 por ciento de la votación válida emitida, hacia un 74.4 % de los diputados, una sobrerrepresentación de más del doble de lo permitido. Aún estamos a tiempo de contener estos deseos de poder con miras en los absolutos y en detrimento de la pluralidad, por ende, aún es tiempo de conservar nuestra democracia. La sobrerrepresentación es el primer paso, el segundo es la reforma al Poder Judicial y, del tercero no habrá vuelta atrás, la democracia e instituciones serán debilitadas hasta los huesos.

POR ADRIANA SARUR 

COLABORADORA   

ADRIANASARUR@HOTMAIL.COM 

 

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