La teoría del rizoma del filósofo francés Gilles Deleuze nos resulta útil para el análisis de la obra de teatro “Personas haciendo cosas”, que desde el título anuncia que no habrá hilo conductor, ni temporalidad lineal, y tampoco responderá a la tradición aristotélica en relación con la imitación de la realidad (mimesis) o la catarsis. La obra, de Misael Garrido, dirigida por Ricardo Ramírez, y las actuaciones de Gabriela Aguirre y Jorge Aguilar, nos pone frente a un hecho artístico contemporáneo: La ruptura de la trama.
El autor renuncia a la tradición de una trama tradicional: Inicio, desarrollo y desenlace. No es que sea una novedad, de hecho la literatura contemporánea ha incursionado desde hace algunas décadas en ese terreno estético disruptivo. Pero habremos de resaltar la eficacia con la que esta proposición artística es llevada a escena.
La crítica de arte contemporánea, por otro lado, también ha evolucionado, para ser lo que quiere ser en sentido estricto: Una disección de la obra, dejando de lado aquella estilística en la que se contaba la “trama” de la obra.
Aunque esto último se sigue haciendo, es un hecho que la profesionalización de esta forma de creación (la crítica) se ocupe de la constitución de la obra artística en su talante apolíneo (formal) como dionisiaco (ahí donde la condición humana se manifiesta).
“Personas haciendo cosas” es de esas obras que retan a la crítica porque se presentan en un plano de disrupción, al ofrecerse como una creación aparentemente caótica.
Si tuviéramos que decir de qué trata la obra, de manera rápida podríamos señalar que es una alusión al absurdo de la vida, en el que se asoma el existencialismo de Camus, y la dimensión trágica de la vida humana, en la que es notorio el concepto del eterno de retorno (con todo y el nihilismo que ese concepto trae consigo), de Nietzsche.
La ruptura de la trama en su sentido tradicional y el ascenso del rizoma como la natural estética para esta propuesta artística es un gran acierto de la dramaturgia.
El inicio puede ser el final de la obra o el final el principio, porque el desarrollo de la trama no se desprende de un hilo conductor de un tronco o una raíz. La historia es una especie de red, que se extiende con líneas en diferentes direcciones y no hay en la narración una jerarquización, o línea narrativa que se sometida a otra más importante.
Presentada en el Foro de las Artes, del Centro Nacional de las Artes, de jueves a viernes, en los horarios recurrentes en el teatro, hasta el 23 de agosto, “Personas haciendo cosas” es una puesta en escena imperdible. Se nota la unidad que implica el entendimiento de la propuesta dramática, que el director potencia en escena, con la enorme capacidad actoral de Jorge Aguilar y Gabriela Aguirre, que de principio a fin deben mantener un alto nivel de energía, hacer las rupturas de la trama, entrar y salir de una dimensión a otra del teatro, dar cambios de tono repentinos y regresar de nuevo a ese relato escénico en el que dos personajes hacen cosas.
Se permiten incluso burlarse de sí mismos, del quehacer escénico y sus modas, y de lo que un actor “debe” ser, de acuerdo a la tradición. Los actores tienen la versatilidad y el talante del intérprete creativo que dialoga con su tiempo.
“Personas haciendo cosas” es una obra imperdible, pertinente para entender el caos de nuestro tiempo y, aunque trágica su dimensión estética, también resulta altamente divertida, ácida y una provocación para pensarnos de manera reflexiva en nosotros mismos, en el contexto de la época contemporánea. Esta obra ofrece oxígeno al alicaído teatro mexicano. Altamente recomendable.
POR JUAN HERNÁNDEZ
COLABORADOR
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