Tomo prestado el título de la novela del gran Ernest Hemingway para describir la situación que vive la Ciudad Luz en este verano. Fiesta por los juegos olímpicos que iniciarán en unos días y fiesta por el triunfo de la izquierda en las elecciones legislativas de la semana pasada.
Como millones de personas, espero con ansias la inauguración de estos juegos. A riesgo de ser considerado ingenuo y a pesar de las mafias que controlan los principales deportes, considero al olimpismo como un gran ejemplo de los más altos valores de la humanidad.
Ver las proezas de los atletas en el marco de la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, los Campos Elíseos; algunas de las pruebas de natación y canotaje en el Río Sena o las competencias de equitación en Versalles, prometen ser experiencias únicas. También está el lado oscuro, los perturbados que pretenden sacar a migrantes de París durante los juegos o las amenazas de atentados de grupos extremistas.
México nació como república mirándose en el espejo de Estados Unidos. Porfirio Díaz construyó la modernización mexicana frente al espejo de Francia y de París, entonces capital del mundo. ¿Cuándo me preguntan a qué deseó que se parezca más la república y la democracia mexicana? Me gusta voltear más hacia París, que hacia Washington DC.
Y como no mirar hacia la Torre Eiffel si hace unos días los franceses dieron una lección de política al evitar el triunfo de la extrema derecha, después de su súbito ascenso en la primera vuelta de las elecciones legislativas.
Una imagen vale más que mil palabras. Alguien tuvo el buen tino de subir a las redes videos simultáneos: uno de la oligarquía en un salón lujoso y otro del pueblo congregado en una plaza, en el justo momento del anuncio de los resultados electorales. Más allá de la nostalgia de cantar la marsellesa y la internacional, destaca el amplio mosaico racial presente en la sociedad francesa y diría, en Europa; basta ver a los integrantes de las selecciones de fútbol de Alemania, Francia, España e Inglaterra en la Eurocopa, para saber de qué hablo.
En México no existe una extrema derecha como en Francia. Posiciones como la de Eduardo Verástegui, FRENA o Lilly Téllez, siguen siendo marginales y circunscritas a las redes sociales.
En tiempos neoliberales, la derecha representada por el PAN y el PRI establecieron sus prioridades en el ámbito de los negocios y los intereses económicos. El PAN mantiene su agenda en torno a la familia tradicional y el PRI, a lo que mejor le convenga.
¿Y la izquierda mexicana, qué tan cercana o distante está de las izquierdas francesas? En Francia saben perfectamente que la democracia es hija de la república; en México, apenas termina de sacudirse el neoliberalismo.
Eso pienso yo, ¿usted que opina?
La política es de bronce y París es una fiesta.
POR ONEL ORTIZ FRAGOSO
ANALISTA POLÍTICO
@ONELORTIZ
MAAZ