Es una lucha en distintos tiempos y en diferentes pistas. Confluyen en ella muchos intereses y tiene muy diversas aristas. Aparece rodeada de medias verdades, y no pocas mentiras completas, aunque el diagnóstico que tiene como base es casi impecable: el Poder Judicial está lejos de las víctimas, rara vez imparte justicia, la impunidad es la constante, el amiguísimo es rampante y la opacidad está a la orden del día.
Como ha ocurrido a lo largo del sexenio, el presidente López Obrador suele tener las preguntas correctas, aunque en no pocas ocasiones las respuestas que plantea no lo sean. Sus diagnósticos de la realidad son casi siempre impecables, no así las soluciones que se ofrecen.
En varias ocasiones las salidas para resolver un problema, lo agravan más. Su iniciativa de reforma al Poder Judicial podría correr la misma suerte. Desde luego que se necesita meter mano al poder menos transparente, donde hay un excesivo nepotismo y muchas manos metidas que alejan la impartición de justicia para los más vulnerables.
Se requiere un Poder Judicial cercano a las víctimas, accesible y eficaz, donde se premie a los buenos impartidores de justicia y sean los más capaces los que brillen. Pero, ¿la mejor alternativa es ir a la elección por parte de los ciudadanos de todos los jueces, magistrados y ministros de la SCJN? ¿Agarrar parejo? No lo parece. ¿No sería mejor perfeccionar el esquema de selección, para mantener la independencia y autonomía? Creo que sí. ¿Separar la presidencia de la SCJN y del Consejo de la Judicatura? Suena bien; concentra menos poder. ¿Incentivar la carrera judicial? Sería deseable.
Hay matices, pues. Valdrá la pena revisar los grises, más allá de las posiciones absolutas que hay en quienes quieren mantener todo como está o destruir todo lo ya existente. Ni una ni otra postura luce demasiado responsable.
Ayer comenzaron los foros en Congreso para escuchar voces diversas sobre el tema. Ojalá no sea solo una pasarela que disfrace la simulación. Ojalá realmente se dialogue y tomen en cuenta visiones y preocupaciones, experiencias y trayectorias para construir una buena legislación que lleve al Judicial a modernizarse y estar cerca de los agravios e injusticias. Que no sea un diálogo de sordos y que se nutra la conversación pública. Que no solo se imponga la aplanadora de la mayoría, sino que también se escuche a expertos, académicos e integrantes del Poder Judicial.
La tentación de aprobar la iniciativa sin moverle una coma es mucha en la 4T. A final de cuentas, el presidente dictó la línea hace mucho, y no deja de presionar. Pero él ya se va, y lo que suceda entorno a la reforma en el correr de los próximos meses será uno de los regalos de bienvenida con los que se encontrará la primera presidenta, Claudia Sheinbaum. Por eso será tan necesario analizar el fondo, sí, pero también cuidar la forma.
La discusión acompañará los meses de la transición y podría dejar entrever parte del estilo de lo que vendrá los próximos seis años. Por eso esta batalla es clave y estratégica. Por supuesto por el fondo de lo que se discutirá -ojalá así sea- y las consecuencias de lo que podría votarse, pero también por la forma en que Sheinbaum construirá sus propios márgenes internos y externos en el ejercicio del poder.
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
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