Columna invitada

Pensamientos bajo el Sol: Un día en el Antropoceno

“¿Es cierto que antes hacía frío?”, preguntaba la hija a su mamá mientras se alistaban

Pensamientos bajo el Sol: Un día en el Antropoceno
Ignacio Anaya Minjarez / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

“¿Es cierto que antes hacía frío?”, preguntaba la hija a su mamá mientras se alistaban para salir al parque. Ya solo les quedaba ponerse el bloqueador. A pesar de que el sol se estaba escondiendo sus rayos seguían penetrando con fuerza… y pobres quienes no salían sin su bloqueador.

La madre pensó en aquella pregunta. Su hija sabía lo que era el frío, pero esa sensación era solo artificial, producto de los millones de aires acondicionados que se encontraban en cada espacio cerrado de la ciudad. El frío de la naturaleza, ese que uno experimentaba al salir de su casa, una corriente de aire que provocaba las ganas de ir por un chocolate caliente, ya no existía.

La Ciudad de México ha estado rompiendo récords históricos de altas temperaturas, donde las contingencias ambientales se vuelven parte de la rutina. Nos encontramos sumidos en una realidad distópica que parece sacada de una película de ciencia ficción. Este es el Antropoceno, la era en la que la humanidad se ha convertido en una fuerza geológica capaz de transformar irreversiblemente el planeta.

Al llegar al parque, la hija corrió hacia los juegos, ignorante de las preocupaciones que atormentaban a su madre. Pero ¿qué podemos esperar del futuro? Si seguimos por este camino, no es difícil imaginar un escenario donde el frío sea un recuerdo lejano, una anécdota que los abuelos cuentan a sus nietos fascinados por aquellos tiempos. Un mundo donde la supervivencia dependa de la capacidad de adaptarse a temperaturas extremas, donde la lucha por los recursos escasos sea la norma y donde la naturaleza, exhausta, nos pase factura por nuestros excesos.

Sentada en una banca, observando a su hija jugar llena de sudor por la actividad física y el calor, la madre no pudo evitar sentir una mezcla de culpa y temor. El Antropoceno la forzaba a confrontar las consecuencias de nuestras acciones y a replantear nuestro lugar en el mundo. ¿Estamos condenados a ser testigos impotentes de nuestra propia destrucción?

Ese calor penetrante le recordaba que se ha perturbado el delicado equilibrio de la Tierra. Las huellas de la humanidad eran ya imborrables. "¿Qué pasa, mami?" Preguntó la hija, acercándose a la madre para sacarla de sus pensamientos. "No es nada, cariño. Solo pensaba en lo afortunadas que somos de poder disfrutar este parque". La niña no entendió muy bien a qué se refería. Aprovechó que estaba con ella para comentarle su deseo de irse. "Ya me quiero ir, mamá, tengo mucho calor".

POR IGNACIO ANAYA

COLABORADOR

@Ignaciominj

MAAZ

 

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