Columna Invitada

Recordar para no olvidar…

Hiroshima queda más cerca de lo que imaginamos, y me avergüenza pensar que, quizás en veinte o treinta años tengamos que volver a escribir sobre la necesidad de recordar y nunca más olvidar, pero ahora plantados en el parque de la memoria en Gaza

Recordar para no olvidar…
Diego Latorre / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

Hace unas horas visité el parque de La Paz en HiRoshima, así con mayúscula inicial y con R de recordar, aunque la capacidad social para acudir a visitar el paisaje de la memoria, habitarlo por unos instantes, estremecernos y arraigarnos al recuerdo para evitar caer en idénticos pozos negros en los que caímos, jugando a la muerte, la destrucción y la guerra, ha disminuido hasta el punto de que, apenas sabemos conjugar el verbo recordar en plural: yo recuerdo; puede que usted recuerde, pero nosotros no recordamos.

Decía León Felipe en su célebre ¡Qué pena!…  “¡Qué pena si esta vida nuestra tuviera —esta vida nuestra— mil años de existencia! ¿Quién la haría hasta el fin llevadera? ¿Quién la soportaría toda sin protesta? ¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha? Los mismos hombres, las mismas guerras, los mismos tiranos, las mismas cadenas, los mismos farsantes, las mismas sectas ¡y los mismos, los mismos poetas!”.

En este 2025 se cumplirán 80 años del delito contra la humanidad que fue el lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, antecedentes sangrientos y dolorosos, a la par de absurdos e inútiles, de ese estado de locura, irracionalidad y mundo al revés en el que intentamos sobrevivir.

Aferrarnos a la capacidad de recordar para no olvidar y a ejercer la mirada autocrítica para poder ver al otro sin tener que avergonzarse sobre la construcción, o más bien la destrucción, de la realidad que nos imponen los de siempre. Con toda seguridad, el mundo no sería el basurero, el ataúd para los más débiles que es hoy, si una de esas bombas, una de las guerras, uno de los genocidios de los que están sucediendo, hubiese recaído en el suelo de quien, precisamente, las sustenta, financia y planifica.

Es el mundo al revés. Hiroshima hoy es una excusa dolorosa para observar que, tras casi 80 años, continúa la guerra, una guerra ideológica, económica e incluso de exterminio. Encubierta siempre. Silenciada siempre. Demostrable si nos empeñáramos en voltear la mirada a otro lado.

¿Creemos que Hiroshima está lejos? ¿Qué los efectos letales de la bomba atómica han pasado y su rastro no se deja sentir tras casi 80 años? ¿Qué no puede repetirse un acto mortal como aquel? ¿No calificaríamos hoy lo que sucedió como uno de los mayores actos de terrorismo de Estado? ¿Es cierto que el tiempo puede lograr que perdamos la conciencia?

Hiroshima queda más cerca de lo que imaginamos, y me avergüenza pensar que, quizás en veinte o treinta años tengamos que volver a escribir sobre la necesidad de recordar y nunca más olvidar, pero ahora plantados en el parque de la memoria en Gaza, las atrocidades y crímenes de lesa humanidad cometidas por Israel contra el pueblo palestino, con la cobarde complicidad de los de siempre.

POR DIEGO LATORRE LÓPEZ
@DIEGOLGPN

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