Columna Invitada

Rilke, un abrazo a distancia

La verdadera belleza está en esa paradoja: cuando dejas de pretender, cuando abandonas el temor al juicio y te permites ser auténtico, alineado con quien realmente eres

Rilke, un abrazo a distancia
Mónica Salmón / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

La vida es un desafío constante, exigiéndonos más de lo que a veces podemos o estamos preparados para dar. Existe un sentimiento compartido por muchos de nosotros: la sensación de no estar haciendo lo suficiente. Tal vez sea por las redes sociales o porque hemos olvidado cómo detenernos.

Nos hemos vuelto adictos a explotar nuestro propio potencial y a demostrar constantemente lo que somos capaces de hacer.

Esta necesidad incesante de sobresalir nos empuja a una espiral de ansiedad que nos impide vivir el presente y nos priva de la maravilla de estar conscientes y atentos a la vida. Es agotador, como si nada de lo que hacemos fuera suficiente, mientras los demás parecen lograr más y hacerlo mejor. 

Pero en medio de este caos ocurre algo hermoso. Cuando conectamos con las personas, ya sean cercanas o incluso desconocidas, se genera una comprensión compartida, un momento en el que no nos sentimos tan solos.

Es en esas conexiones, en las palabras y pasiones compartidas, donde encontramos lo que realmente importa. Un espacio en el que puedes ser tú mismo, sin filtros ni conversaciones superficiales.

Donde, cuando alguien te pregunta “¿Cómo estás?”, puedas responder con honestidad: “No estoy bien. Me siento triste. Me desperté cansado, no solo físicamente, sino emocionalmente. Cansado de la paternidad, de mi casa, de mi trabajo, de la vida. Frustrado porque no encuentro el camino correcto para avanzar”. 

Quizás eso es lo que más necesita nuestra sociedad hoy: más conexión, más comprensión, menos pretensión. Más poesía. Un consejo de Rilke en una mañana de sábado puede convertirse en un abrazo a distancia. 

Sería maravilloso conectar con alguien y compartir esa verdad cruda. Ser visto, escuchado y aceptado, sin juicios. Ese tipo de autenticidad tiene el poder de transformarlo todo. 

Y, sin embargo, ya no lo hacemos. Tenemos miedo: miedo a ser juzgados, a exponernos, a mostrar vulnerabilidad. Hemos construido muros alrededor de nuestro verdadero ser para protegernos, pero esos mismos muros nos aíslan. 

La perfección surge cuando, dentro de ti mismo, aceptas tu imperfección. La ironía es que se vuelve perfecto en el momento en que abrazas tus fallas, tus errores y tus dudas.

No porque alguien más las valide, sino porque tú mismo lo haces. Se trata de encontrar esa aceptación dentro de ti, de ver la bondad en la imperfección y entender que los errores no te definen, sino que te hacen humano. 

La verdadera belleza está en esa paradoja: cuando dejas de pretender, cuando abandonas el temor al juicio y te permites ser auténtico, alineado con quien realmente eres.

Es un desafío, sí. Pero es posible. 

Te invito, mi querido lector, a abrazar tu imperfección y a leer a Rilke. 

POR MÓNICA SALMÓN

@MONICASALMON_

EEZ

Temas