Tras 53 años de dominar Siria, por las buenas y por las malas, el régimen de la familia Assad finalmente fue derrocado. La explicación es simple. El gobierno del presidente, Bashar Al-Assad, se derrumbó de forma espectacular el fin de semana, ante la relampagueante ofensiva de varios grupos armados de oposición que en cuestión de días capturaron las principales ciudades sirias y entraron en Damasco. Hasta ahí, podría decirse, todo bien.
Pero ahora comienza lo difícil: balancear tensiones entre los grupos milicianos, que van de kurdos aliados con Estados Unidos a los vinculados con Arabia Saudita o los que tienen raíces en el yihadismo y el Estado Islámico.
Y por si eso fuera poco, también entre intereses extranacionales, como Rusia y su deseo de mantener las bases naval y aérea que lograron al aliarse con el régimen de los Assad; con Turquía, siempre interesada en ampliar su esfera de influencia y más aún en acotar a los kurdos, que en Turquía son una minoría opuesta al gobierno de Recep Tayyip Erdogan, y finalmente con Irán, que se podría suponer sufrió una importante derrota estratégica al perder a un aliado importante mientras sus partidarios en Líbano (Hezbolá) y Gaza (Hamás) se encuentran bajo el ataque israelí.
Que pueda resultar de ese remolino de intereses aparentemente encontrados en este momento geopolítico está en el aire.
En lo inmediato, existe la posibilidad no solo de la liberación de presos políticos del régimen Baathista, sino del regreso de millones de refugiados en países vecinos y en Europa. Bajo la cobertura de un "socialismo árabe", el partido Baath mantuvo una férrea represión y fue protagonista de una guerra civil que duró más de 13 años, con medio millón de muertos, hasta su caída.
La situación, pues, no es fácil. De acuerdo con diversos reportes, las fuerzas de oposición dentro y fuera del país tienen una relativa experiencia, "pero no saben cómo gobernar en armonía entre sí", comentó Asli Aydintasbas, una analista política turca de la Institución Brookings.
Hayat Tahrir al-Sham (HTS), que encabezó la ofensiva relámpago, ha gobernado la provincia fronteriza septentrional de Idlib, donde más de tres millones de sirios viven bajo un régimen conservador. Es una fuerza de combate eficaz, con raíces yihadistas y un bagaje de Al Qaeda. Según Aydintasbas, HTS no puede dominar el variado tapiz político y sociológico de la sociedad siria, y su líder, Abu Mohammed Al-Golani, parece entenderlo
Al-Golani es considerado por algunos como una figura afín a la de Kemal Ataturk, el líder militar que fundó la Turquía actual y que mantuvo una política de pragmatismo. Pero sus raíces tienen que ver con grupos fundamentalistas. Los kurdos, aliados de Estados Unidos, y los árabes sunitas, respaldados por Turquía, deberán por su parte mostrar flexibilidad política e ideológica para ser parte de un proyecto de gobierno interino inclusivo en Damasco. Encontrar los balances necesarios en lo interno y lo externo será difícil, pero necesario.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
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