A falta de todavía ocho semanas para que termine la temporada regular de la NFL, los Dallas Cowboys ya tiraron la campaña por la borda. Este equipo es un desastre con y sin Dak Prescott como quarterback; el plantel está derrotado, nada les sale, la defensiva es inoperante y la ofensiva es muy endeble. Pero no es casualidad lo que sucede en esta franquicia; la planeación del dueño, Jerry Jones, es muy mala y en los últimos años se ha visto exhibido.
Los Cowboys son la franquicia más cara del deporte a nivel mundial, por encima del Real Madrid y los Yankees de Nueva York; valen 10.32 mil millones de dólares, siendo la primera organización deportiva en superar la barrera de los 10 mil millones de dólares. Tienen todo para ser exitosos: historia, millones y millones de aficionados, generan morbo, tienen un amplio poder adquisitivo y cuentan con un estadio monumental. Con todos estos ingredientes que cualquier equipo quisiera tener, se comportan como unos mediocres. Lo vergonzoso es que no es solo en esta campaña; viene sucediendo desde hace tiempo.
No es posible que un equipo tan grande como los Cowboys no gane un Super Bowl desde la temporada de 1995 y que, desde entonces, ni siquiera se hayan hecho presentes en una final de conferencia. Pero, como mínimo, siempre eran un equipo que competía y tomaba el rol de protagonista. Sin embargo, desde que firmaron a Dak Prescott en el Draft de 2016, esta franquicia ha ido en picada.
Antes de cada temporada hablan y prometen más de la cuenta, hasta que quedan mal parados. Pero tampoco es casualidad; hay una muy mala planeación y gestión a futuro. Para esta campaña en concreto, Jerry Jones tardó mucho más de lo esperado en darle la extensión de contrato a CeeDee Lamb, quien es uno de los mejores receptores de la liga, y gracias a eso no pudo hacer una buena pretemporada con el equipo. Mike McCarthy no puede seguir siendo el entrenador en jefe de Dallas; realmente su estilo de juego no produce nada, es gris. Y lo peor de todo: Dak Prescott. Es inconcebible que Jones le haya cumplido el capricho de darle un contrato de 60 millones de dólares por los siguientes cuatro años sin ningún sustento; es el quarterback mejor pagado en la NFL. En la pretemporada, Dak Prescott dijo: “En la temporada 2024, los Dallas Cowboys ganarán el Super Bowl”. Hoy el tiempo lo hace ver mal, pero ya le pagaron, y de ninguna manera pueden cortarlo.
Prescott pone buenos números en temporada regular, pero en playoffs solo tiene dos victorias en ocho años y es muy propenso a lesionarse. Este año quedó fuera por el resto de la temporada, y lamentablemente no es la primera vez que le sucede. No es un mariscal de campo malo, pero simplemente no está hecho para un equipo como los Cowboys.
Esta campaña, los Vaqueros han sido humillados en tres ocasiones: contra los Saints, frente a los Lions y la más reciente en la semana 10 ante los Eagles. Y por si fuera poco, esos tres partidos se jugaron en el AT&T Stadium, en su casa, frente a su gente. Son golpes muy dolorosos para sus aficionados y cada vez es más frecuente.
No se ve cómo pueda cambiar la dinámica de este equipo, no solo este año, sino en los próximos dos o tres. Es una realidad que mientras no haya un buen proyecto que sea sólido, este equipo está destinado a lo mismo: al fracaso.
Su gente no merece esto. En los 90, con Troy Aikman, Michael Irvin, Emmitt Smith y Deion Sanders; en los 70, con Roger Staubach, Drew Pearson y Tony Dorsett, los Cowboys hicieron vivir tiempos mágicos a sus seguidores. Es normal que vengan malas rachas, pero es impensable que esta franquicia lleve casi 30 años sin ganar un Vince Lombardi.
Son innumerables los temas que se tienen que abordar en las oficinas de los Cowboys. Tiene que haber un cambio importante; deben entender el escudo que están representando y no pueden seguir dando estas actuaciones, por respeto a sus aficionados.
PAL