En otras partes del mundo no lo sé, pero en nuestro mexicanísimo septiembre mucho acontece y sigue abonando a la memoria para los años venideros.
Apenas salíamos de la resaca emocional de aniversarios temblorosos, cuando el huracán Jhon arremetió en nuestras costas, demostrando, una vez más, nuestra fragilidad ante el poder de la naturaleza. Las terribles imágenes del desastre, que han dado la vuelta al mundo, terminan por ser fragmentos de un proceso de resiliencia que implica la resignación, incluso, de las irreparables pérdidas humanas.
Por supuesto Fotoseptiembre, uno de los eventos más importantes del gremio, que desde el Centro de la Imagen permea a otros recintos culturales para celebrar la posibilidad de contener estos cachitos de tiempo.
Entre el foro, la producción y la difusión que este año giró en torno al tema de Archivo y Memoria, tela sobra para cortar el análisis de nuestra relación con la imagen fotográfica.
Mirar una fotografía es transportarse a otro tiempo y espacio, en un cruce de realidades que nos trae noticias de nosotros mismos, un ejercicio de autorreconocimiento capaz de provocar emociones.
Además la entrega de la Medalla de Oro Bellas Artes a la gentil maestra Graciela Iturbide, que nos ha prestado las alas de sus ojos para ver con otra luz, aquello que nos enraíza en la cultura mexicana y que, a través de su cámara, ha inspirado a los nuevos fotógrafos, que hemos tenido un camino digital más fácil.
Y en el último día del mes, la sui generis conclusión presidencial que incluyó la rifa de un reloj, una verbena de despedida y una que otra lágrima entre los "amlovers".
El cierre de un sexenio que revivió el cuerpo putre de la política, con debates ardientes a la menor provocación y momentos que definitivamente formarán parte de la memoria visual colectiva, hasta que a cada uno de nosotros nos lleve el rancho del ahora expresidente.
POR CYNTHIA MILEVA
EEZ