Sinestesia

El enemigo en el espejo

En La sustancia, el director reflexiona sobre los estándares de belleza impuestos por la industria del entretenimiento

El enemigo en el espejo
Tomás Lujambio / Balones y pelotas / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

La última película de Coralie Fargeat, La sustancia, ha provocado repulsión últimamente por la visceralidad y violencia con la que retrata al cuerpo humano. Durante su presentación, varios cinéfilos salieron de la sala tras enfrentarse con el grotesco desenlace de la carrera profesional de una famosa actriz que batalla con aceptar la fugacidad de la fama y la belleza.

Sin embargo, a pesar de contar con elementos difíciles de digerir, La sustancia emerge como una crítica audaz y original a un sistema heteropatriarcal que no sólo acostumbra a reducir el valor de las mujeres a su atractivo físico, sino que también les enseña a despreciar su propio cuerpo.

A pesar de ser una película de horror corporal bastante típica, La sustancia demuestra con intensidad gráfica que cuando los estándares femeninos de belleza se vuelven imposibles de alcanzar, la mujer termina por convertirse en su peor enemiga.

Tras ser despedida por su edad, la protagonista, Elisabeth Sparkle, se somete a un tratamiento clandestino que promete crear una versión rejuvenecida y más atractiva de sí misma, con la cual alternará su vida semana tras semana. Sin embargo, a medida que la historia avanza, las dos versiones de Elisabeth comienzan a chocar de manera irreconciliable. 

La premisa inicial hace que, en La sustancia, la verdadera antagonista de la protagonista no sea otra persona, sino ella misma. Los estándares de belleza impuestos por la industria del entretenimiento provocan en Elisabeth un profundo sentido de autodesprecio que le impide estar satisfecha con la persona que aguarda en el espejo.

Al final, la tensión que crece entre ambas versiones de la famosa actriz termina por demostrar la imposibilidad de reconciliar lo que cada mujer es con lo que la sociedad le dice que debe ser.

Ahora bien, a diferencia de lo mostrado en La sustancia, esta objetivación de la mujer ha dejado de ser exclusiva de la industria del entretenimiento y, actualmente, ha encontrado en las redes sociales un medio aún más poderoso para proliferar.

De forma grotesca pero sumamente relevante, Fargeat nos obliga a reconocer problemas sociales que necesitan urgentemente de nuestra atención. Por ahora, sólo queda esperar a que la advertencia, a pesar de su naturaleza distópica, no haya llegado demasiado tarde.

POR TOMÁS LUJAMBIO

EEZ

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