Absolutamente nadie pudo imaginar que la letra de Antonio Guijarro, de la canción compuesta por Augusto Algueró en los años 60, y que fue el tema, intrascendente, de la película de Luis Lucía “La vida es una tómbola”, sería hoy protagonista y tema de fondo de nuestro actuar político en el Estado de Derecho. El 12 de octubre, día en que recordamos la pluralidad y la resistencia de los pueblos indígenas, más allá de la conmemoración del inicio del mestizaje producto del descubrimiento de América; se llevó a cabo el proceso de insaculación (tómbola) para conocer qué plazas de magistrados de circuito y jueces de circuito serán parte del método aleatorio en junio de 2025.
En el Salón de Plenos del Senado de la República, ante senadores y consejeros del Instituto Nacional Electoral, se llevó a cabo “el show”: un evento reconocido legalmente como un acto jurídico, propio de un procedimiento que fue debidamente aprobado y que no debe ser sorpresa para nadie. De forma tardía y estéril han salido propios y extraños a profundizar sobre lo que debería ser correcto, técnico, democrático y jurídico en la ya desgastante reforma judicial; sin embargo, pocos hacen conciencia de una realidad que, guste o no, va a suceder. Fue evidente que se descuidaron las formas en un evento que, directa o indirectamente, puede atentar contra la dignidad y los derechos humanos de cualquier ciudadano preocupado por su estabilidad, por su trabajo, por su futuro, y que hoy sus expectativas forman parte de la suerte. Sin embargo, no se realizó un acto que fuera contrario a la ley y que por esto provoque la inestabilidad de los Poderes de la Unión y del Estado de Derecho.
Lo anterior solo es parte de un procedimiento que apenas empieza y que no debería ser motivo de sorpresa. Claro que hay mucho que cuestionar, estructurar y definir sobre la reforma judicial; pero, ya es una realidad; el tiempo y plazos juegan en nuestra contra, es decir, tarde o temprano estaremos hablando sobre quiénes tienen ya en sus manos la justicia en este país y toda crítica se esfumara en la historia. No habrá nada que hacer y solo restará acoplarnos a los cambios inherentes a esta reforma.
¿Qué hacer? En principio, dejar de adivinar y dejar de colocarnos en posiciones que no cuentan con la argumentación suficiente para sustentar la supuesta terminación de la democracia, de la dependencia de nuestros poderes, de la caída del Estado de Derecho y el fortalecimiento de la dictadura, posiciones que únicamente desestabilizan a una sociedad desinformada, que vive con miedo y zozobra. Reitero, la reforma judicial y su proceso de ejecución es una realidad, cada paso generará efectos críticos de fondo y forma hasta su conclusión. ¿Qué va a pasar? Lo peor que puede suceder es que todo sea inútil y continúenos con un poder judicial detestable como el de hoy, nada más; también podría resultar un cambio favorable para ser un punto de partida y que la justicia recupere todo el terreno perdido. Acostumbrados ya a que la “vida es una tómbola”, la moneda está en el aire ¿será águila o sol? Sólo hay que esperar, no hay nada más que hacer. Así lo pienso ¿y tú?
Por: Juan Luis Montero García
Abogado Penalista
@JuanLuisMontero
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