Hoy Xóchitl Gálvez recibirá la acreditación de su nombramiento como coordinadora nacional del Frente Amplio Por México (FAM). En los hechos, será la próxima candidata a la Presidencia de la República por parte del Frente.
Los retos que enfrenta Xóchitl son vastos y complejos. Repasemos algunos de ellos.
Para poder ganar la elección del próximo año, deberá ampliar, profundizar y consolidar el apoyo a su candidatura de sectores políticos y sociales que rebasen significativamente los linderos de quienes hoy le imponen ese nombramiento. Principalmente tiene dos grandes retos: ampliar el FAM y lograr el apoyo de desprendimientos importantes de algunos segmentos sociales que actualmente siguen a Morena.
La ampliación del FAM pasa ahora por la integración de Movimiento Ciudadano (MC) o una parte relevante de ese partido a su esfuerzo. Obviamente dentro de MC existe ya una agria discusión acerca de qué hacer con la candidatura de Xóchitl. El Grupo Jalisco se inclina por una postura de apoyo a la candidatura de Xóchitl, aunque no implique necesariamente integrarse al FAM orgánicamente. Existen varias formas legales de lograr su apoyo para competir electoralmente, aunque lo más eficiente y contundente sería la integración plena al Frente. No tardarán mucho tiempo en definirse los alcances y decisiones de ese proceso al interior de MC.
Otro potencial que tiene Xóchitl por su defensa de ciertos programas sociales es la posibilidad de atraer desprendimientos políticos desencantados de Morena. El proceso interno de Morena en la selección de su candidatura presidencial se ha enturbiado gravemente. Esto es así por la violación sistemática a las reglas internas por parte de los contendientes que establecieron entre ellos mismos.
Además, se ha enrarecido el ambiente dentro de Morena por el uso faccioso, descarado e ilegal de recursos públicos por parte de los candidatos en la difusión de las caras de cada uno. Adicionalmente, crea nuevos agravios el levantamiento oscuro de las encuestas, tanto de la encuesta madre como las de “espejo”, que obviamente se usan únicamente para justificar el dedazo de López Obrador a favor de Claudia Sheinbaum.
Ese proceso interesado y orientado previamente está provocando gran malestar entre algunos de los contendientes, muy especialmente por Marcelo Ebrard. Y no solamente de él, personalmente, sino de nutridos grupos de sus apoyadores orgánicos. Existen expresiones en redes sociales donde sectores de su base expresan claramente que, de no poder votar por Marcelo en el 2024, prefieren hacerlo por Xóchitl. Eso es en el “círculo rojo” del morenismo.
Pero tan importante como lo anterior es la posibilidad de provocar desprendimientos entre los votantes blandos de Morena. Ellos pueden significar la victoria o derrota de Xóchitl frente a Claudia. Esos millones de ciudadanos que votaron por la promesa de López Obrador en el 2018 de mejorar las cosas y ahora reprueban su gestión en seguridad, economía, salud, educación y corrupción. Xóchitl ha evolucionado en su discurso para defender las pensiones a personas de la tercera edad, pero también exigiendo salud, medicamentos y educación suficiente y de calidad para todos. Ha reiterado que el pleno empleo con salarios bien remunerados es la mejor política social de cualquier gobierno.
El disenso creciente de las bases morenistas con las políticas públicas fracasadas sin embargo no ha mermado la popularidad personal del presidente. Pero nada asegura, bajo éstas condiciones, que el presidente pueda transferir su popularidad a la candidata de Morena, especialmente retada por su falta de carisma y empatía.
Los 8 o 10 puntos que separan a Xóchitl de Claudia se tendrán que dirimir en parte entre esos votantes blandos y fluctuantes inclinados hoy hacia Morena. El estado de ánimo social en el proceso electoral, y el día de la elección en junio del 2024, contará para definir de qué lado caen los votos indecisos y blandos. Un trabajo consistente durante toda su campaña hará que Xóchitl pueda contar con una parte importante de esos votos. Y eso es exactamente lo que teme López Obrador.
Xóchitl tiene, también, que entusiasmar y movilizar consistentemente a las clases medias mexicanas para que vean en su voto el instrumento privilegiado para defenderse de un régimen que agresivamente despotrica y actúa en su contra. Para ganar la elección, las clases medias urbanas tendrán que salir masivamente por Xóchitl Gálvez el próximo junio 2024, en exactamente 10 meses.
Para lograr el apoyo en votos que requiere para ganarle al gobierno federal convertido en aparato electoral volcado a favor de su candidata, Xóchitl tendrá que contar con excelentes propuestas, directas, sencillas y entendibles, sobre los grandes problemas nacionales.
No son problemas nuevos y son de sobra conocidos: inseguridad, crisis en el sector salud, deterioro del sector educativo y científico en general en todos sus niveles, desmantelamiento de la capacidad del Estado para asegurar el ejercicio pleno de sus derechos a la población, la falta de transparencia y el combate a la corrupción, aislamiento de la escena mundial y pérdida de prestigio y respeto internacional, soluciones estructurales y de largo plazo a la pobreza, reforma fiscal y legal al orden económico interno, reorientación a la relación entre Fuerzas Armadas y el gobierno federal.
Cada propuesta provocará la ira del otro lado. Así será porque la disputa electoral es realmente política, entre concepciones radicalmente diferentes sobre lo que México requiere para salir del marasmo en el cual se encuentra. México debate entre pluralidad o partido único, transparencia o corrupción y opacidad, tolerancia contra polarización, democracia o autoritarismo.
La campaña de Xóchitl, que será ardua y peligrosa, tendrá la obligación de hacer que la sociedad se enfrente a sí misma y reconozca los retos que encara el país. No habrá lugar para ambigüedades ni regateos: la decisión que se tome en 2024 determinará si lo mejor de México tiene futuro, o no.
POR RICARDO PASCOE
COLABORADOR
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