La rivalidad de China contra Estados Unidos y otros países en el Pacífico, se agudiza cada día. China no va a renunciar a lo que considera es su derecho a lo que denomina la “reunificación pacífica o forzada” con Taiwán y varios analistas consideran que estará en condiciones de hacerlo en 2030. Aunque el mayor punto de tensión es Taiwán, no es el único.
La tensión regional se extiende a Japón y Corea del Sur en el norte del hemisferio, así como con Filipinas, Vietnam, Malasia y Australia en el sureste, e India en el suroeste.
Las capacidades militares chinas han ido aumentando y modernizándose durante los últimos 15 años, enfocándose en construir una marina de guerra capaz de proyectar poder con una flota de largo alcance, que a la fecha ya comprender 70 submarinos, tres portaaviones, 50 destructores, 46 fragatas y 56 corbetas.
Además de una armada convencional, China está desarrollando capacidades asimétricas, incluyendo una “milicia marítima pesquera” compuesta por hasta 10 mil embarcaciones pequeñas. Estas llevan a cabo operaciones de pesca de rapiña alrededor del mundo y muchas veces de manera ilegal en el mar patrimonial de países que no cuentan con los medios para defenderse, causando daños irreparables a sus economías y a los ecosistemas marítimos.
En los próximos años veremos una presencia militar china mucho más activa en los mares del mundo ya que buscan establecer presencia tanto mediante arrecifes artificiales, como acceso a puertos en África, Medio Oriente y América Latina. Recientemente, fuerzas navales chinas han participado en ejercicios en el Ártico, el Báltico y el Mediterráneo.
Para México esto parece una situación muy distante e incluso ajena, pero en este mundo interconectado es todo lo contrario. México es responsable de la protección de su territorio y recursos naturales marítimos en Alta Mar. Para hacerlo, la SEMAR lanzó en 2015 el proyecto Patrulla Oceánica de Largo Alcance (POLA) que preveía la construcción de hasta ocho fragatas de la clase SIGMA (de diseño holandés) en el Astillero de Marina en Salina Cruz, Oaxaca. A la fecha, tras una inversión de 20 mil millones de pesos (MMP) se ha producido solo una fragata. El costo, que originalmente se previó en 6 MMP por fragata, es mayor porque se invirtió en expandir y modernizar la capacidad del astillero, para construir más de un barco, por lo que existe la capacidad instalada.
Esta fragata es la única embarcación en la flotilla de destructores de la Fuerza Naval del Pacífico (FUERNAVPA) con sede en Manzanillo. No hay otro buque de guerra mexicano, por lo que la construcción de por lo menos otras cuatro fragatas antes de 2030 debe de ser prioridad del próximo gobierno.
La siguiente administración también heredará un déficit de 24 buques de vigilancia con características menores a la POLA. La clase Oaxaca, de diseño y construcción nacional han probado ser adecuadas. Estos buques han tenido una evolución interesante gracias a los esfuerzos de investigación y desarrollo nacionales y la transferencia de tecnología de la POLA. Con refinamientos adicionales para que cumplan con estándares OTAN, se abriría el mercado internacional para estos barcos mexicanos.
La construcción naval en México no tiene por qué ser un gasto, tiene todo el potencial para convertirse en una gran generadora de empleos y detonador del desarrollo tecnológico e industrial nacional. La empresa naviera francesa Naval Group, abrió una oficina en la Ciudad de México en 2022, probando que hay interés extranjero en el sector naval mexicano.
Para poder cumplir con sus misiones principales, más allá de operaciones antinarcóticos, la Armada de México necesita contar con los medios suficientes para proteger la soberanía nacional. Si no lo hace la Armada, ¿Quién más llenará este vacío?
POR IÑIGO GUEVARA MOYANO
DIRECTOR DE LA COMPAÑÍA DE INTELIGENCIA JANES Y ACADÉMICO VISITANTE DEL ATLANTIC COUNCIL, EN WASHINGTON, D.C.
PAL