Vivo a un par de cuadras de la Av. Insurgentes, que es una de las vías más importantes de la CDMX y una de las más extensas del mundo. A lo largo de sus 28.8 km, esta arteria vital convive con cientos de letreros espectaculares, mamparas y demás soportes publicitarios. Los pósters de estos aparadores se cambian seguido, así que la ciudad tiene una rotación de imágenes vertiginosa. A veces me gustan y a veces no, pero siempre me llaman la atención. Me entretiene observar las propuestas de los publicistas y las fotos de los creativos, sobre todo cuando noto que la perspectiva de la cámara achaparra al objetivo o lo deja sin cuello, que la saturación de los colores vulgariza al modelo o que las chicas están maquilladas de más, porque así agudizo mi ojo observador.
La gente que está al frente de las campañas de publicidad no saben de arte, ni de foto, ni saben observar, por eso lo que imprimen les parece bonito aunque carezca de un montón de cosas que las harían mejores por el mismo precio. En fin, ese es el costo de que se contrate a cualquiera que adquiera una cámara nueva, lentes caros y un chaleco caqui con bolsitas por todos lados.
Sin embargo, desde hace algunas semanas las imágenes que me acompañan de camino al metrobús son las que promocionan la película “Huracán Ramírez vs la Piñata Enchilada” que hicieron los de Mac para dar a conocer su nuevo IPhone. Debido a que no tengo televisión desde hace años, estoy fuera de contexto cuando se habla de actores jóvenes y de telenovelas así que no me extrañó el no reconocer a nadie en los afiches, salvo a Huracán Ramírez, por supuesto, que es uno de los super héroes de nuestro panteón azteca.
Él fue uno de los grandes del pancracio nacional junto con Blue Demon, El Santo y otros que forman un selecto grupo de atletas superdotados que se convirtieron en los rockstars de las surrealistas películas de lucha libre de los años 60.
Total, que una noche de insomnio se me atravesó la película en youtube y como vi que duraba poco más de trece minutos me la eché completa. Desde el principio me atrapó; la música y la cámara entrando por la ventana del taller del piñatero me parecieron bonitas y divertidas.
La acción comienza de inmediato porque no se puede perder el tiempo con sólo trece minutos para desarrollar la historia, crear tensión, emocionar al público y lograr un final de película memorable, como es el caso.
La aparición del Huracán Ramirez me resultó entrañable como toda la película porque muestra a una Ciudad de México abrazable a pesar de que la historia se desarrolla en los barrios más humildes de la capital. La clave aquí es ver las cosas con amor y respetar la dignidad de una urbe que, hasta en sus rincones menos turísticos, posee un gran patrimonio cultural y artístico fortalecido por una cultura popular vibrante, sabrosa, inteligente, milagrosa, reivindicadora y de un gran nivel intelectual.
Como toda chilanga respetable conozco y amo profundamente esta ciudad. La he recorrido de día, de noche, de madrugada; me la he comido, bebido, vomitado, caminado y he reconocido en sus calles los lugares donde se han escrito las historias de vida que me han forjado.
Esta película no necesita del reconocimiento de una decadente academia de “arte” como la del Óscar o del Ariel para brillar, porque este par no tienen el nivel para ser elementos legitimadores de artistas geniales como los que hicieron este corto-película que les va a encantar.
Todavía me quedan algunas cosas por decir de esta obra del cine nacional (o mejor dicho del teléfono celular) pero hoy deseaba contarles que me gustó mucho reconocer así esta Ciudad y que “Huracán Ramírez vs la Piñata Enchilada” es la película que más he disfrutado este 2023.
POR JULEN LADRÓN DE GUEVARA
CICLORAMA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@JULENLDG
LSN