Enterrado vivo / en un infinito / dédalo de espejos, /
me oigo, me sigo, / me busco en el liso / muro del silencio.
Jaime Torres Bodet.
Así, con mayúscula inicial, pues el adjetivo en plural “Los Migrantes”, aplicado a personas y objetos en movimiento, cuenta con identidades propias y destino compartido. Para no creerse, seres y cosas de los afectos profundos de Gabriel Macotela se desplazarán a sus anchas en la cochera de su casa de la calle de Querétaro frente a la Sinagoga Monte Sinaí, y reclamarán convivencias en miscelánea con los visitantes a esta geografía emocional.
Será necesario como siempre que el tiempo done su magia para adecuar el sitio, pero por lo pronto algunas sillas jaspearán el ambiente, y disfrutaremos la compañía de torrentes musicales y de sonoridades inquietantes. Conversar y escucharnos, ejercer la etiqueta de la amistad como compromiso y forma de vida. No es venta de garage, sino comunión de sensibilidades empeñadas en reconstruir la memoria de memoria...
Espacio habitado por rarezas, alojamiento de lo insólito, bóveda de testimonios amorosos, poblado por libros de artista, estampas y dibujos, fotografías, poemas, cerámicas, objets trouvès, memorabilia (recuerdos y souvenirs), esculturas, cuadros... Bazar de chácharas que de entrada abrirá sus puertas sólo los sábados a partir de las 12 horas del mediodía y quizá hasta figuradamente morir.
Los fantasmas entrañables de quienes ya partieron rondarán sus confines: los maestros Gilberto Aceves Navarro, Francisco Toledo, Vicente Rojo, Manuel Felguérez, Federico Silva y Fernando González Gortázar. Séquito de voces mayores al que se han sumado seres fraternos como Santiago Rebolledo Arango, Francisco Castro Leñero y Fernando Cortés Muñozcano el buen Ferrus, que ya nos hacen mucha falta... O la memoria a ratos refulgente y en ocasiones atormentada del Grupo Suma (1976-1982) y el sueño en la vigilia de convertir la calle en espacio crítico, experimental, lúdico, de intervención colectiva.
Más un cortejo de difuntos, poetas, músicos, pensadores y hacedores, cuyos nombres se nos escapan al formar legión... También serán evocados los perros queridos, querencias de entraña, desaparecidos. Y qué decir del tropel de enseres, bártulos, instrumentos, ajuares, chismes, cachivaches, útiles y no tanto, hasta chirimbolos y trastos.
En fin, migrantes de todos lados, bulliciosos y silentes, animados, vegetativos, testigos y en fuga. Pletóricos de historias y de anécdotas, rebosantes de leyendas y relatos, narraciones, chistes e incluso fábulas... Epifanía y comunión, de lo propio y lo extraño, que nos forma espiritualmente en el reconocimiento del otro como uno mismo, única vía de reencuentro intersubjetivo y administración de las diferencias. Ya lo aseveraba sin melindre alguno Arthur Rimbaud en 1871: “Je est un autre”: “Yo soy otro”.
Como en botica nada falta para honrar la amistad y el talento, alivianar los dolores y extirpar los malos humores. Los espera su anfitrión Gabriel Macotela quien con seguridad recuerda, tal vez tararea, ese antiguo cantar de los mexicanos de la lejanía:
Cuando morimos, no en verdad morimos,
porque vivimos, resucitamos,
seguimos viviendo, despertamos.
Esto nos hace felices.
Luis Ignacio Sáinz
Colaborador
LSN