En reiteradas ocasiones hemos constatado cómo López Obrador busca que México sea país de un solo partido. ¡Qué pena no sea el único en proponerse eso! Y no me refiero a sus correligionarios y adeptos morenistas, sino de figuras importantes y de los actuales líderes de los partidos de oposición quienes en ocasiones parecen ser los que más nos llevan a ese escenario político que nada tiene que ver con la de un proyecto plural, colegiado y de una gran alianza política. Obviamente, si se les pregunta, dicen buscar todo lo contrario. Mas sus actos, propuestas y componendas los delatan.
El último que ha demostrado andar en eso es Marko Cortés con su muy cuestionable planteamiento de que, para ser candidato del “venerable” blanquiazul, es necesario presentar un millón de firmas (¡por favor, ni el PAN cuenta con ese número de miembros!). El dirigente pide algo que él no ha sido capaz de lograr en todos los años que ha fungido como presidente de Acción Nacional.
¿Por qué ese afán por auto sabotearse? ¿Por dar oportunidad para que el presidente y Morena se burlen incluso de las pocas alternativas políticas? (Eso ocurrió ayer precisamente cuando en la mañanera AMLO se burló de Lilly Téllez, pidiendo no dejarla fuera como aspirante a la candidatura de ‘Va por México’ en las elecciones 2024: “Lilly, aguanta, el pueblo se levanta”).
Pero a la peregrina idea de Cortés se ha unido la estridencia de ella, ¡de Téllez!, cuestionando al líder del partido y a su correligionario Santiago Creel sobre el costo que tendría la ya mencionada propuesta. La senadora ha decidido abonar a la desunión y a la destrucción de cualquier posibilidad de conformar una amplia alianza opositora de cara al 2024. No sorprende que, luego, en retahíla, a Téllez le hayan “retirado la invitación” a algunas conferencias a las que ya estaba confirmada…
No es la primera vez que los mismos líderes panistas torpedean sus oportunidades como partido. Durante el proceso electoral presidencial anterior, el equipo de Ricardo Anaya se pertrechó en la dirigencia del PAN y no permitió el diálogo. Tampoco la negociación interna, al grado que Margarita Zavala y su esposo abandonaron sus filas.
En ese entonces, igual que ahora, dirigentes partidistas y connotados aspirantes se dedicaron a dividir a sus cuadros, a excluir a quienes no coinciden estrictamente con su pensar, a ignorar la voz de la ciudadanía y a menospreciar la democracia interna (algo de lo que Acción Nacional se jactaba y con lo cual los demás institutos políticos no cuentan). Total que, más allá de enfrentar al candidato más fuerte de muchos sexenios (López Obrador), el PAN llegó dividido y muy herido a los comicios.
Pareciera que en ese partido de derechas no entendieron y hoy quieren repetir los errores: únicamente ver candidatos entre aquellos quienes la ciudadanía conoce por sus andanzas y de quienes no necesariamente guarda el mejor de los recuerdos. Acción Nacional tiene cuadros jóvenes y comprometidos; opciones para la oposición dentro de un esquema de coalición y en tándem partidos-sociedad. Y hablando de alternativas, las propuestas de Jorge Triana y de Damián Zepeda ni siquiera han sido consideradas por sus propios correligionarios....
El PAN, igual que el resto de las alternativas políticas, apuestan a su irrelevancia. Ayudan de forma diaria a consolidar la visión anti democrática y totalitaria del obradorismo a través de Morena; el país de un solo partido (o partido y medio si se considera que Movimiento Ciudadano está en posición para recoger lo que quede de una frustrada alianza opositora).
Increíble, son algunos —importantes— sectores de la ciudadanía quienes en realidad tratan de evitar este horizonte. No sé si lo conseguirán.
POR VERÓNICA MALO GUZMÁN
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MAAZ