El obradorato no se esfumará con la derrota en las urnas del oficialismo. En la sique de los mexicanos quedará acendrada una cornucopia de antivalores que tomará varias generaciones erradicar. Una serie de imaginarios sociales afectarán el desarrollo de las generaciones venideras, que han erigido una nueva cortina de nopal.
En las preferencias, acciones e ideología de las nuevas generaciones serán ajenas las prácticas laborales propias de los mercados globales. El mérito, por ejemplo, es uno de los valores que enarbola la modernidad y una de las prácticas que se promueve¹ en las democracias liberales, y que se diluye en la visión obradorista.
La política de seguridad que promueve la amnistía para los miembros de los grupos delincuenciales favorece de manera tácita su operación al margen de la ley. Anteponiendo una supuesta justicia, en su ordenamiento de preferencias, el obradorato ha interiorizado que robar no es necesariamente malo si es que se hace para el movimiento o si se es pobre y se le quita a los ricos. O si nada más es poquito.
La justicia obradorista normaliza la idea de que el plagio se puede dispensar si es que se está del lado correcto de la historia; o que los burócratas morenistas son inocentes –engatusados por la mafia- aunque hayan cometido desfalcos millonarios en las agencias del Estado y bajo el mando del Presidente.
Pero la herencia más perniciosa será la erradicación del mérito como la herramienta individual para progresar y como escalera de movilidad social. Y afectará de manera especial a los que se incorporan a la vida universitaria o profesional con la idea de que el sistema juega en contra suya y que no hay esfuerzo o sacrificio que valga para prosperar. Si triunfa la idea de que el camino hacia la prosperidad se puede dar solo como capo, siervo de la nación o como becario el país pierde. Y el daño podría ser irreparable.
La juventud progre seducida por el populismo autocrático ha usado la retórica del privilegio para desestimar el mérito y generar una narrativa maniquea de buenos y malos. Ha situado al privilegio blanco como el origen de la desventura colectiva. El foco del odio se dirige ahora a las “hermanas blancas”.
La progresía cancela a los que se alejan de la corrección política pero también a los que se adhieren a sistemas que promueven la idea de que -en el agregado- la meritocracia, la integridad y el respeto a las leyes y a la normatividad rinde mayores frutos.
El desdén del obradorismo por la Ley y el esfuerzo es precisamente una de las causas de la corrupción y la desigualdad que ésta perpetúa. Son emblemáticos los casos de la ministra Yazmín Esquivel y el que se hayan circulado previamente los exámenes de selección para consejeros del INE.
En el futuro sin AMLO, que cada vez está más cerca, la tarea más relevante será crear el sistema de incentivos y castigos para que los ciudadanos operemos de acuerdo con las reglas, normas y leyes. Ésa va a ser la tarea más importante en el periodo de reconstrucción nacional. En palabras de Justiniano: Iustítia est cónstans et perpétua volúntas iús súum kuíkue tribuéndi (La justicia es la constante y firme voluntad de dar a cada quien lo que le pertenece).
POR ALEJANDRO ECHEGARAY
COLABORADOR
@aechegaray1
MAAZ