DESDE AFUERA

Una relación atribulada

Pero es también la cada vez más extendida descripción del presidente Andrés Manuel López Obrador como un autócrata, como un duro texto publicado por la revista The Atlantic

OPINIÓN

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José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Uno de los desarrollos menos tranquilizantes de las últimas semanas ha sido y es la creciente coincidencia de grupos liberales y conservadores estadounidenses respecto a aspectos negativos del gobierno mexicano.

No se trata sólo de la carta conjunta que firmaron el senador demócrata Robert Menéndez, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, y el republicano Michael McCaul, que encabeza el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes (diputados), en torno a la ofensiva del gobierno contra el Instituto Nacional Electoral (INE).

"Regresar a México a su oscuro pasado de elecciones controladas presidencialmente no sólo atrasa el reloj de su democracia sino también las relaciones Estados Unidos-México", indicó la misiva.

Pero es también la cada vez más extendida descripción del presidente Andrés Manuel López Obrador como un autócrata, como un duro texto publicado por la revista The Atlantic.

Y eso, sin olvidar las descripciones cada vez más negativas en medios de Europa y América Latina.

Pero lo importante está en la opinión pública estadounidense, que en gran medida no es negativa, pero donde hay un sector importante que tiende a ver a México como un posible enemigo o como un problema para su país.

Los temores paralelos respecto a la amenaza representada por un "narcoestado", donde grupos criminales tienen poder sobre una parte importante del territorio nacional y, sobre todo, de sus fronteras, son parte de las descripciones de México, facilitadas además por las "narconovelas" ahora tan populares entre los hispanos de Estados Unidos y América Latina.

Para algunos en Estados Unidos eso implica la posibilidad de que los "cárteles" del narcotráfico pudieran servir como conductos para la llegada de terroristas islámicos.

Las aperturas del presidente López Obrador a las izquierdas no serían problema si no fuera porque en algunos casos puso al país en medio de un debate ajeno: no bastó con criticar al embargo estadounidense contra Cuba, o dar algo de asistencia económica, sino colocarse en lo que en cierta forma es una guerra civil de años entre el gobierno de Cuba y los exiliados cubanos y su descendencia, ahora cubano-estadounidenses, que son quienes con su influencia política mantienen el boicot contra la isla.

No es gratuito que la denuncia en torno a la contratación de médicos cubanos como "mano de obra esclava", en violación del Tratado de comercio México-Estados Unidos-Canada (T-MEC) haya salido de cubano-estadounideses como la diputada Maria Elvira Salazar, que encabeza un subcomité congresional sobre relaciones con América Latina.

Y si se añaden las afirmaciones sobre la falta de colaboración en temas de seguridad, en especial cuestiones antinarcóticos, la visión respecto al país se hace tanto más negativa.

El que las críticas provengan de sectores republicanos preocupados por seguridad y demócratas interesados en democracia no es un buen augurio para la relación bilateral. 

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1

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