COLUMNA INVITADA

#PobreNicaragua ¿Cuál peor Somoza u Ortega?

Como suele ocurrir, el bribón -Daniel Ortega- que nunca fue buena persona, siguió haciendo lo que sabía hacer protagonismo estéril y cada vez más dañino

OPINIÓN

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Francisco Acuña Llamas / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Miserable aquel que cuando arriba al poder, sea por la vía democrática o por la vía de las armas (usando a la revolución como vehículo), reproduce las conductas del tirano. Esos son -inclusive- peores que sus antiguos verdugos.

Daniel Ortega está vivo, porque el entonces cardenal primado de Nicaragua, Monseñor Obando y Bravo, consiguió su liberación. En otras palabras, suplicó por su vida, al dictador Anastasio Somoza (hijo). La policía nicaragüense, lo había detenido por conspirar contra el régimen. Entonces, Ortega era un joven temerario, un rebelde que se atrevió a desafiar al déspota de aquella época. La ingratitud rencorosa es peligrosa, puede ser letal para el ingenuo que ha cometido el error de ayudar a una mala persona.

Daniel Ortega, salvado por la jerarquía de la Iglesia católica, a la que con odio ha perseguido hasta la fecha. Después de su liberación, no tardó mucho en hacer lo que mejor sabe: traicionar ¿Pero porque mereció ese favor? Yendo más lejos, ¿Cómo fue que un salteador de caminos disfrazado del CHE Guevara, un “revoltoso” agresivo y fanfarrón conquistara la intervención del Cardenal de Nicaragua? (un obispo ortodoxo que desde la jerga jacobina y anticlerical seria definido como un conservador.  Muy sencillo, la madre del ahora dictador de Nicaragua era una mujer de fe que acudió (como cualquier madre a buscar auxilio por un hijo) ante el máximo jerarca de la iglesia católica de su país. Somoza le dispensó la vida a Ortega, pero por la insistente petición del prelado. Los tiranos son una subespecie humana que siempre hacen lo mismo, son embaucadores profesionales, sociópatas persuasivos que arrastran a las masas por la capacidad magnética de un discurso utópico y un desempeño siniestro hasta que se vuelve cínicamente insultante.

Como suele ocurrir, el bribón -Daniel Ortega- que nunca fue buena persona, siguió haciendo lo que sabía hacer protagonismo estéril y cada vez más dañino. Esencialmente, era un podrido que se ofrecía de libertador y así consiguió conmover y engañar progresivamente a buenos y malos, especialmente a los que se pensaron sus amigos y lo arroparon en la causa. Hace unos días, el energúmeno primitivo, expulsó del país a sus opositores intelectuales y, en el primer lugar de esa infausta lista: Sergio Ramírez, el escritor que vive exiliado en España y que fuera su gran compañero camino del sueño libertario y colaborador inmediato de su primer gobierno. Al sátrapa no le agrada. Más bien, no soporta que alguien le pueda recordar su orígen y, más aún, que le pueda señalar sus cotradicciones. 

Pobre Nicaragua y su trágica historia política. Atrapada por las dictaduras como una rosa que, en lugar de estar rodeada de espinas (que por naturaleza la podrían defender), ha sido desde hace mucho tiempo una rosa. Sí pero una rosa espinada.

Los genocidas, los criminales infames durante la guerra y los represores son recordados desde el repudio popular. Sus desgraciados nombres se quedan en la memoria colectiva pero por el daño causado. Los literatos, los poetas, los músicos, los pintores y los que ejercen el arte y la cultura son héroes hacia el ilimitado futuro.

POR FRANCISCO ACUÑA

COMISIONADO DEL INAI

@F_JAVIER_ACUNA

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