La infraestructura juega un papel irrefutable en el desarrollo y la actividad económica de los países.
Una mejor infraestructura dinamiza la actividad económica, posibilita el intercambio de bienes, mejora la calidad de vida de la población y facilita la movilidad social.
Se necesita infraestructura para llevar los servicios básicos a la población, como el acceso a agua potable, saneamiento, electricidad y caminos rurales. La provisión de estos servicios mejora sus vidas, aumenta su bienestar y les permite acceder a más oportunidades educativas y laborales, así como a mejores condiciones sanitarias y de salud.
La provisión de infraestructura contribuye a mejorar la vida de las personas y les brinda más oportunidades de vivir vidas dignas.
La construcción de infraestructura también es un catalizador de la actividad y el crecimiento económico, ya que invertir en este tipo de activos ayuda a crear empleos y aumentar la producción de bienes y servicios. Y la generación de nuevos puestos de trabajo significa más actividad económica donde se instala o construye infraestructura. Esto se traduce en un impacto económico focalizado y establece un círculo virtuoso de generación de empleo local asociado a la infraestructura instalada.
Todos estos beneficios son especialmente importantes en el actual escenario de recuperación económica post-COVID. América Latina y el Caribe (ALC) se ha visto gravemente afectada por la pandemia. Su impacto se manifestó en la pérdida de vidas humanas y la reducción de la actividad económica. Las economías se desaceleraron y el impacto inmediato fue la reducción de puestos de trabajo, que afectó principalmente a los grupos más vulnerables de la población, en particular a las mujeres.
Ante esta situación, es urgente realizar intervenciones que faciliten la recuperación económica, generen empleo y ayuden a los colectivos más vulnerables a recuperarse y aumentar sus niveles de bienestar. Un instrumento de política que ya ha demostrado su eficacia en el pasado es la inversión en infraestructura. Esta inversión tiene varios efectos positivos además de contribuir a una recuperación económica sostenible e inclusiva mediante la creación de empleo y la aceleración del gasto público en la economía. Invertir en infraestructura ayuda a los países a cerrar la brecha de infraestructura actual de la región y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La inversión en infraestructura no solo crea puestos de trabajo, sino que también reduce las desigualdades al promover un crecimiento económico más inclusivo.
Según estimaciones recientes del BID, las necesidades de inversión en infraestructura para alcanzar los ODS en ALC en los sectores de agua y saneamiento, energía, transporte y telecomunicaciones están en el orden de más de dos billones de dólares en esta década.
Esto equivale a invertir alrededor del 3,12% del PIB de la región por año (aprox. US$170 mil millones/año). De estas inversiones necesarias, el 60% son en nueva infraestructura y el resto en mantenimiento y reposición de activos que llegan al final de su vida útil y son esenciales para brindar servicios de infraestructura con estándares de calidad adecuados.
POR LUIS DAVID FERNÁNDEZ ARAYA
ECONOMISTA
@DRLUISDAVIDFER
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