Cuando Donald Trump, el casi seguro candidato presidencial republicano de 2024, se lanza contra los inmigrantes que aspiran a llegar a Estados Unidos resucita una rica historia de racismo y xenofobia que siempre ha acompañado a la sociedad estadounidense.
Es una historia que combina el recelo hacia quienes "no son como nosotros", el temor a ser desplazado laboralmente, el miedo a cambios sociales derivados del crecimiento de las minorías étnicas y la introducción de culturas diferentes.
Es un tanto hipócrita. Trump, como tantos otros estadounidenses, desciende de migrantes, de hecho, es nieto de un migrante de Alemania y dos de sus tres matrimonios han sido con mujeres migrantes.
Pero, al mismo tiempo, es un reflejo del actual y brutal debate político que tiene como eje la migración y la situación de la frontera con México.
El tema es tan fuerte que puede definir la elección de 2024 y ya llevó al gobierno del presidente Joe Biden, que busca la reelección, a aceptar el posible cambio de políticas amistosas hacia los migrantes a medidas más restrictivas y, en lo práctico, a la resurrección de algunas propuestas de Trump, durante su Presidencia.
En 1986, se dio una gran reforma migratoria que en aquel entonces buscó la regularización de hasta cuatro millones de indocumentados. Pero es la última. Sucesivos intentos en las siguientes década fracasaron en medio de acrimoniosos debates.
Hoy, el brutal debate político sobre migración y paralelamente respecto a la seguridad de la frontera con México, bien puede definir la elección del próximo año. Y a pesar de sus implicaciones para otros países, especialmente para México, se trata sobre todo una cuestión doméstica que ha contribuido a la polarización política de este país, como bandera para grupos xenofóbicos y racistas.
Que es un asunto de enorme sensibilidad queda demostrado por la intensidad de los choques legales que ocurren a su alrededor y que se plantean desde su mito fundacional. Después de todo, es un país creado por migrantes.
Pero la realidad no es tan simple.
Cada oleada de migrantes ha enfrentado problemas y pagado costos de sangre, sudor y lágrimas.
La cuestión migratoria es un diferendo tan viejo como el país. Todavía bajo el dominio colonial británco, había debates sobre quienes podrían tener derecho a integrarse a Estados Unidos y nada menos que Benjamin Franklin se quejaba de los "sucios, zafios maleducados" campesinos alemanes que llegaban a la distinguida sociedad de Pensilvania. Las sucesivas llegadas de migrantes irlandeses, alemanes, italianos, polacos y otros países del este de Europa provocó tensiones y problemas, pero nunca los grados de rechazo que enfrentaron los chinos y en menor medida los mexicanos.
Trump, desagradable como es, no es otra cosa que la manifestación de un problema más profundo. Y uno que afecta directamente a México.
POR: JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
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