Apuntes De Guerra

Un Año

Es muy pronto aún para vaticinar si habrá o no un segundo capítulo transformador, pero no es demasiado pronto para intentar un corte de caja

Un Año
Gabriel Guerra / Apuntes de Guerra / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

El 1 de octubre de 2024, Andrés Manuel López Obrador habrá entregado la banda presidencial a su sucesora, y terminará así el primer capítulo de la autodenominada Cuarta Transformación. 

Es muy pronto aún para vaticinar si habrá o no un segundo capítulo (o sexenio) transformador, pero no es demasiado pronto para intentar un primer corte de caja de este, el más disruptivo sexenio del que yo tenga memoria viva. 

Un buen punto de partida es el título de esta columna. Para muchos, el “ya sólo falta un año” irá acompañado de un suspiro de alivio. Pero para muchos más el tono sería de nostalgia anticipada: “Ya sólo le queda un año”. 

No entender esa diferencia implica necesariamente no entender absolutamente nada de lo que se ha tratado este gobierno.  

Polarizante, le dicen, como una de las mayores críticas. Y sí, este Presidente, que entre sus grandes méritos tiene el haber escuchado y haber puesto el foco en ese 60 por ciento de los mexicanos que se sentían ignorados, ninguneados, no le ha hablado igual a un igualmente importante, sector de la población que no se identifica con él o con sus políticas ni su manera de ser.  

No es, ni será, el primer Presidente que antepone los intereses de un grupo o de un sector, aunque debemos reconocer que el suyo es el mayoritario. No me refiero a resultados de gobierno, ni a la idoneidad o no de las políticas públicas implementadas, no.

Me refiero a la retórica del poder, desde el poder. ¿A quienes les habla el Presidente de la República? ¿Con quiénes interactúa desde la tribuna presidencial? 

Eso importa tanto o más que la política social o económica, que las transferencias directas o la abolición de programas sociales: para muchos mexicanos es la primera vez que se identifican con, y se sienten aludidos por el jefe de las instituciones.  

Eso no es menor si consideramos que para finales de 2018 México era una olla express a punto de estallar: la combinación de corrupción, impunidad y descaro había generado un rechazo al establishment y a la clase política y empresarial sin precedentes, y la victoria de AMLO permitió que parte de esa presión encontrara una salida tranquila, pacífica. El Presidente más votado de la historia reciente de México tenía para construir. Esa fue la gran oportunidad desaprovechada.  

Le queda un año al Presidente de la República. Una eternidad o un parpadeo, según se le quiera ver, que puede o no utilizar para construir su legado. 

Las grandes obras van y vienen, la corrupción y la violencia parecen endémicas, su habilidad política sólo comparable a la falta de destreza de sus opositores, pero nada de eso será lo perdurable: le queda un año para tejer, para hilar, para remendar lo mucho que se ha roto en el ámbito de lo público en nuestro país. Esa será, o no, su herencia.  

POR GABRIEL GUERRA
COLABORADOR
GGUERRA@GCYA.NET
@GABRIELGUERRAC

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