Columna Invitada

La cárcel de la metáfora

Se deben plantear los retos de la revolución tecnológica, el cambio climático y el combate al tráfico de bienes culturales

La cárcel de la metáfora
Luis Ignacio Sáinz / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Entre simulacros y brotes de conciencia México, como la inmensa mayoría de pueblos que vienen de un pasado colonial, pareciera haberse desarrollado en el breve espacio de una metáfora: aquella fundacional de “La tempestad”. William Shakespeare nos ha brindado el territorio interpretativo de nuestro origen y destino en su planteamiento teatral. Hemos devenido un actor en búsqueda de identidad. Somos un ser confuso, diverso y plural, que vaga entre los extremos de Ariel y Calibán, vehículos de los deseos y las necesidades de Próspero el mago todopoderoso. 

Como el péndulo del metrónomo oscilamos de la libertad del espíritu elevado a la esclavitud del salvaje primitivo, cuando el problema no residiría siquiera en el hechicero, sino en la compulsión por leernos desde fuera, a partir de terceros, así sean estos conquistadores, seductores o invasores. 

Quizá habría que impulsar a contracorriente una cultura de la resistencia capaz de construir un futuro propio, verdaderamente nuestro. Semejante cometido habría que encararlo desde la diversidad, convencidos de que en la pluralidad encontraremos fortaleza, venciendo los prejuicios que hasta el día de hoy nos separan, entre el populismo demagógico y el desarrollismo dependiente. 

El problema no reside en la metáfora como tal, la de la obra postrera del dramaturgo isabelino, ya que tal universo ha marcado nuestra frágil geografía y el accidentado decurso de nuestra historia. El uruguayo José Enrique Rodó (“Ariel” de 1900, el espíritu civilizado) y el cubano Roberto Fernández Retamar (“Calibán” de 1971, el esclavo emancipado) usaron y abusaron de los símbolos de “La tempestad”, al grado de convertir su interpretación en una prisión del significado. 

Sólo aprendiendo a olvidar las ataduras de una cultura que nos viene impuesta desde la nostalgia del pasado o la ilusión foránea, podremos elegir un tiempo oportuno que nos sea propio. Ese futuro está al alcance de nosotros, tiene un precio modesto, exige un mínimo empeño: el de atrevernos a pensar fuera de la cárcel de la metáfora. 

La próxima cumbre de la Unesco-Mondiacult 2022, a celebrarse en México del 28 al 30 de septiembre, promovida por nuestro representante Juan José Bremer ante el organismo de la ONU, será ocasión propicia para ello. Plantearse los retos de la revolución tecnológica, el cambio climático, el combate al tráfico ilícito de bienes culturales y la protección del patrimonio material e inmaterial, debe impulsarse en un marco de respeto a los derechos colectivos y de las minorías. Todo un desafío, pues habrá que hacerlo con espíritu crítico y respeto a cada una de las naciones participantes de entre los 193 Estados miembros.
 
Ojalá, con talento y madurez, superemos la crónica de equívocos de nuestra política devota del ideologismo, sin sucumbir a las tentaciones de Ariel o Calibán, incluyendo la estadolatría en curso.

POR LUIS IGNACIO SÁINZ
COLABORADOR
SAINZCHAVEZL@GMAIL.COM

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