Nicaragua está ubicada en América Central, con costas al Mar Caribe y el Océano Pacífico y fronteras con Costa Rica y Honduras.
Pero políticamente... para muchos nicaragüenses, especialmente fuera del país porque debieron huir para no ser arrestados, la discusión está en las barbaridades que comete el régimen de Daniel Ortega en nombre de quien sabe qué revolución. La que él protagonizó, hace 40 años, de corte democrático de izquierda, desapareció hace rato, traicionada por alguno que usurpó su nombre.
Otro debate se refiere a su ubicación. Desde la Cancillería mexicana y partes de la izquierda latinoamericana, parecería estar en algún lugar donde no se le ve ni se le escucha, y mucho menos se ven o se escuchan las quejas y las referencias a las barbaridades de su gobierno.
Porque don Daniel y su régimen están dedicados a tratar de eliminar todo lo que pueda implicar una expresión de oposición o de disensión. Se trata tal vez de evitar a esos agoreros que advierten de la posibilidad de peligros y problemas por las que parezcan malas políticas gubernamentales.
Será porque a ojos del gobierno nicaragüense es malo que eso suceda. Todos debieran estar contentos y agradecidos de que don Daniel haya decidido perpetuarse en el poder y dar a su país la posibilidad de una dinastía estable. Como la de los Somoza, que derrocó en 1979.
Cierto: que se sepa, todavía no arroja presos a las fieras, como se dice que hicieron el primer Anastasio Somoza, el fundador de la dinastía. Pero igual da. Estamos en el siglo XXI así que lo que se hace es aplicar el peso de la ley, pero sobre adversarios, en especial aquellos que hubieran planteado una mínima competencia electoral, o sobre posibles voces disidentes, como periodistas y hasta algún obispo de la Iglesia católica.
Que las leyes invocadas hayan sido creadas expresamente por la mayoría legislativa y durante la pandemia de COVID-19 para tener un fundamento legal y poder acusar a todo personaje o grupo opositor con algún contacto externo, específicamente Estados Unidos, es meramente circunstancial.
Los académicos "de izquierda" lo llamarían lawfear, si no fuera porque lo aplica un gobierno "de izquierda".
Pero también es cierto que algunos gobiernos y gobernantes de izquierda, como Argentina y Perú, o el presidente chileno Gabriel Boric, han criticado las acciones de Ortega, que parece ocupar un apartado distinto en las luchas de la izquierda regional por llegar democráticamente al poder.
Pero otros creen en aquel refrán de que "perro no come carne de perro" y llaman no porque Ortega afloje el puño sino por una "reconciliación" entre el oprimido y el opresor. Y en este caso el que oprime se llama Daniel Ortega.
Nicaragua, en especial, se encuentra de hecho en una especie de agujero negro político porque nadie, incluso México y por cierto el nuevo presidente colombiano, Gustavo Petro, quiere acordarse que existe y ven para otro lado cuando se reporta algun nuevo acto de abuso.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
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