LA NUEVA ANORMALIDAD

Dinero para quemar

Con una fortuna personal valuada en 315 millones de libras esterlinas, Damien Hirst puede darse el lujo de prender fuego a más de un millón de dólares

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

“Money to burn” es una expresión idiomática inglesa que hace metáfora hiperbólica de la riqueza: a alguien muy acaudalado le sobrarán billetes al punto de poder servirse de ellos para encender un puro, origen aparente del dicho. De acuerdo con Los Angeles Herald, del 2 de julio de 1895, tal fue el comportamiento de un hombre de negocios de la época quien, para convencer a su interlocutor de su solvencia, desdeñó los cerillos que le ofrecía para encender su habano, extrajo de su cartera un billete, lo acercó al quinqué para prenderle fuego y se sirvió de él como de un tizón. Corolario importante: ante el despliegue fanfarrón, su anfitrión declinó su propuesta financiera; no podía cerrar un trato con alguien que valorara tan poco el dinero. 

Más de un siglo después, el artista británico Damien Hirst ejecuta una acción artística que, en cierto modo, lo lleva a encarnar a ambos personajes de la parábola.

En efecto, le sobra el dinero. Considerado el artista vivo más rico del mundo, ha articulado en su obra un discurso de resonancias warholianas –a caballo entre el cinismo y la crítica– sobre el dinero y su poder: verbigracia la pieza suya titulada For the Love of God, consistente en un cráneo humano recubierto de más de 8 mil diamantes.

En 2016, Hirst comenzó un proyecto, todavía en curso, titulado The Currency, para el que ejecutó 10 mil de sus conocidos óleos de puntos de colores y después ligó éstos a 10 mil NFTs, siglas en inglés de tóken no fungible, activo digital que se ha puesto en boga en el mercado del arte no por sus posibilidades expresivas, intelectuales o estéticas –que no son sino las del archivo que contiene– sino por su carácter encriptado que le permite ostentarse como pieza única y, por tanto, apreciarse mediante la especulación mercantil.

Hirst vendió cada obra en 2 mil dólares, dando al comprador la posibilidad de conservar el lienzo o el NFT, pero no ambos (lo que tiene sentido financiero, dado que su valor de mercado deriva de su carácter de pieza única). Al cumplirse el miércoles pasado el plazo para la decisión, 4 mil 180 personas habían optado por una obra física, y 5 mil 820 por una digital: es éste último el número de originales que, anunció el artista, serán destruidos a partir de septiembre oficialmente, en aras de proteger la inversión de sus clientes.

Con una fortuna personal valuada en 315 millones de libras esterlinas, Hirst puede darse el lujo de prender fuego a más de un millón de dólares de obras que, a fin de cuentas, son de su creación.

El quid de su proyecto son las preguntas, terribles y pertinentes, que plantea. ¿Son esos NFTs –a fin de cuentas fotos encriptadas de pinturas– arte? Más allá, ¿es moral un mercado del arte que destruye la creación en aras del rédito?

La acción de Hirst me trastoca. Es lo que hace el gran arte.

POR NICOLÁS ALVARADO
COLABORADOR
@NICOLASALVARADOLECTOR

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