AIRE PARA PENSAR Y DEJAR PENSAR

A de árbol

Gigantes silenciosos. Maestros y compañía. Testigos simbólicos y espirituales con piel de elefante y relojes naturales

OPINIÓN

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Paola Albarrán / Aire para pensar y dejar pensar / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Gigantes silenciosos. Maestros y compañía. Testigos simbólicos y espirituales con piel de elefante y relojes naturales

Son antenas que crecen para abajo y arriba, son protectores. Testigos silenciosos, longevos, mágicos y necesarios para vivir. Se dice que espiritualmente se pueden convertir en guardianes que cuidan de la energía de su zona.

Nos dan oxigeno, purifican el aire, limpian el ambiente, regeneran la tierra, y dan sombra. Son cíclicos, no se equivocan, no se juzgan por no tener hojas, no se engrandecen cuando están cubiertos de flores, simplemente son, se permiten ser. Son medicinas y aún cuando mueren siguen contando sus historias a través del papel, de los libros.

Es una conexión entre el cielo y la tierra, es la verticalidad. Es la vida sin muerte; pues sólo un árbol muere por causas ajenas a él como insectos, gente o enfermedad y es por eso que existen testigos milenarios. Se dice que el árbol más antiguo se llama Matusalén y tiene 4 mil 847 años, está en California.

Los simbolismos de las cosas siempre enriquecen al objeto en particular. El árbol es la conexión entre los tres mundos; el infernal, el terrestre y el celeste.

Las raíces no se ven, pero sostienen y alimentan. Los árboles son seres congruentes y equilibrados pues crecen lo mismo para arriba que para adentro. Las raíces van tejiendo vida al interior creando líneas de ayuda propias que luego ponen al servicio de los demás árboles, creando esta red con un lenguaje aún desconocido donde se comparten nutrientes, energía, compañía, se alertan del peligro con un sentido de comunidad en forma, no se consideran árboles, se consideran bosque, selva.

El tronco. Firme, responsable de llegar al cielo, tiende a buscar la verticalidad a la que todos estamos invitados; sólido, materia y vida, textura de cicatrices que guardan vida.

Las ramas. Auténticas, una rama no pretende parecerse a ninguna otra. Son el nido cuando las alas se cansan, son carreteras para ardillas, escondite para otros animales, son cama y refugio por las noches, son casa para las flores y luego fuerza para los frutos

Vivimos junto a ellos, en nuestro día a día. También en la mitología. Dice Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de símbolos; que los nórdicos cuentan la leyenda de que hay un árbol cósmico y hunde sus raíces en el corazón de la tierra, donde se halla el infierno. En la literatura, Dante representa el conjunto de las esferas celestes como la copa de un árbol. En la historia, Hernán Cortés llora en el Árbol de la Noche Triste. En la tradición, cada diciembre nuestro árbol de Navidad. En la religión, todo parte del árbol de manzana prohibida en el Paraíso. En las promesas: “A la entrada este del cielo babilónico había dos árboles: el de la verdad y el de la vida”.

Desbarata los tabúes y date la oportunidad de abrir un diálogo con un árbol. Date permiso de preguntar: ¿Cuáles son tus árboles? ¿Cuál es la función que tienen en tu vida? ¿A qué árbol le cuentas tus secretos? ¿Lo has experimentado?

Cada uno de nosotros somos un árbol llamado a encontrar la armonía como la encuentra un bosque. Es cuando entendemos que somos parte de un todo. Reconocer que no somos dueños del mundo, sino sólo somos pasajeros, incluso más efímeros que cualquier árbol.

POR PAOLA ALBARRÁN

paolaalbarran1@gmail.com
IG: @paolaalbarran

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