COLUMNA INVITADA

Irracionalidad, amor por las armas

De acuerdo con el FBI, de 1991 a 2022, los trece tiroteos masivos más mortíferos se dieron en Estados Unidos, a la cabeza en este tipo de desgracias, particularmente en Texas

OPINIÓN

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Juan Luis González Alcántara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En el acto II de Yevgueni Oneguin, de Tchaikovski, el protagonista mata a su mejor amigo, Vladimir Lenski, de un tiro. Es, sin duda, una de las escenas de duelos caballerescos más emblemáticas en la historia de la ópera, sobre todo visualmente: el derramamiento de sangre sobre la nieve impoluta, todo un reto para los escenógrafos. Las razones que desembocan en el duelo no dejan de ser románticas, propias de la época y, por supuesto, absurdas.

En torno a las armas de fuego, Estados Unidos ha mantenido una larga tradición jurídica sobre la tenencia y portación de aquéllas como un derecho constitucional. Históricamente tiene cierta explicación esta afición que los seduce: su guerra de Independencia, el incesante expansionismo territorial, las condiciones agrestes de la colonización de la costa oeste, entre otras razones.

Sin embargo, ese mismo espíritu de empresa llevó a Estados Unidos a crear todo un aparato político-industrial de economía de guerra, tanto al exterior como al interior. Este último aspecto ha llevado a excesos mercantilistas en la adquisición de armas de corto y largo alcance, de prácticamente cualquier calibre. La posibilidad de hacerse de un rifle de asalto, por ejemplo, es tan fácil como ir al supermercado del condado sureño más modesto y comprarlo sin más requisitos que el de una identificación, si acaso.

El poderío económico conlleva al poderío político. Uno de los actores privados más influyentes de la política norteamericana a nivel estatal y federal y, sobre todo en los sectores conservador y republicano, ha sido la Asociación Nacional del Rifle. No cabe duda, hay un problema de sobredimensionamiento de la posesión de armas de fuego, que ha pasado de una defensa legítima del domicilio o de una respuesta adecuada a una agresión mortal, a la manera rupestre de resolver cualquier tipo de problemas –domésticos, vecinales, de tránsito y de calañas insulsas– mediante el inquieto y ansioso dedo índice en el gatillo.

El problema no se restringe sólo a las armas que por sí solo es preocupante: en una investigación del proyecto suizo Small Arms Survey la cifra aproximada en 2018 era de 390 millones de armas circulando en manos privadas en Estados Unidos. La situación se agrava cuando se combina con dos fenómenos perniciosos (y que identifican mucho a la cultura norteamericana): el fanatismo religioso y la supremacía racista. Y eso nos conduce al penoso recorrido de Columbine, Sutherland Springs, Parkland, Búfalo y, el más reciente, Uvalde.

De acuerdo con el FBI, de 1991 a 2022, los trece tiroteos masivos más mortíferos se dieron en Estados Unidos, a la cabeza en este tipo de desgracias, particularmente en Texas.

Con cierto aire esperanzador Canadá –que también cuenta en sus estadísticas– está poniendo el dedo sobre la llaga: el pasado lunes 30 de mayo el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, anunció la presentación de un proyecto de ley que restringe radicalmente la compraventa de armas de fuego a particulares; limita el número de armas en los domicilios particulares y a prohíbe adquirir a todo individuo que haya cometido delitos de sangre, de violencia doméstica de género.

Ojalá que en Estados Unidos el esfuerzo de su gobierno logre el mismo objetivo y no se produzcan más estas masacres en Texas, literal.

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

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