COLUMNA INVITADA

¡Niños de guerra!

Un caso real en estas jornadas infaustas de guerra en Ucrania: 19 recién nacidos, producto de la maternidad subrogada y atrincherados en un sótano en Kiev, se encuentran en un estadio de limbo

OPINIÓN

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Juan Luis González Alcántara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En el intenso poema La tierra baldía, T. S. Eliot nos transmite la idea de un mundo estéril en todos los sentidos, que recorre apocalípticamente la falta de fertilidad en los seres humanos y en la tierra misma. De manera similar, en la película de Alfonso Cuarón, Niños del hombre, de manera oscura e inquietante, se describe gráficamente un mundo vacío de fertilidad y de latente extinción humana en un entorno de guerra, de refugiados y de uso perverso de la política.

El New York Times, en un artículo publicado hace unos días y suscrito por Andrew E. Kramer y Maria Varenikova, traslada la ficción a un caso real en estas jornadas infaustas de guerra en Ucrania: 19 recién nacidos, producto de la maternidad subrogada y atrincherados en un sótano en Kiev, se encuentran en un estadio de limbo.

La escena inicial es trágica: en la capital ucraniana, asediada por los bombardeos inclementes que las tropas rusas descargan sin miramientos, un grupo de cuidadoras se hace cargo de estos 19 bebés. En la medida de lo posible, como en el limbo al que el Dante se refiere, ese lugar de las almas infantiles no bautizadas, estas heroínas intentan conservar un ambiente aséptico y de cuidados maternales; en tanto, con afanes cargados de esperanza, vislumbran la posibilidad –ilusoria o no– de que las cosas se normalicen. Las cuidadoras no son enfermeras, son empleadas de la más importante empresa ucraniana de maternidad subrogada, BioTexCom. Esto significa que no les rige un código de ética profesional sobre el personal médico o de salud. Sin embargo, han decidido quedarse para preservar la vida de estos niños.

Las cosas se complican si se toma en cuenta el intríngulis de que esos bebés son parte de una transacción comercial de quienes no pueden procrear directamente. Y Ucrania se había vuelto una especie de paraíso de la subrogación ventral. Pero la guerra, que no distingue, ha impedido que los padres y madres de esos niños puedan viajar a territorio hostil para recoger a sus hijos nacidos en el vientre contratado de una mujer ucraniana.

La lista de problemas jurídicos y éticos que genera esta situación es larga y tediosa. ¿Qué nacionalidad tendrán los recién nacidos? ¿Cuál es el deber jurídico y moral de estas heroicas cuidadoras? ¿Qué garantías humanitarias debe brindar la empresa y el Estado? ¿Qué papel juegan las personas que contrataron los servicios de maternidad subrogada: de papás, mamás o de clientes insatisfechos?

En estos momentos, en que también más de la mitad de los millones de refugiados son niños, se agrega lapidariamente la interrogante de Eliot y Cuarón: pobres, pero ¿de quiénes son los niños de la guerra, los niños de la humanidad? y ¿cuál es también nuestra responsabilidad?

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA

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