AGENDA LEVANTINA

La muerte y la vida de las palabras

La política está repleta de percepciones, símbolos e imágenes, y manipularlas es una parte decisiva de la propaganda de todas las tendencias

OPINIÓN

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Marta Tawil / Agenda Levantina / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Shireen Abu Akleh, periodista palestina-estadounidense de Al-Jazeera, de 51 años de edad, fue asesinada el 11 de mayo durante una intervención ilegal del Ejército israelí en la Cisjordania ocupada. El día de su funeral, policías israelíes armados con porras se abalanzaron contra los portadores de su ataúd y derribaron banderas palestinas. Esos hechos fueron reportados en varios medios estadounidenses y mundiales.

La política está repleta de percepciones, símbolos e imágenes, y manipular estas imágenes es una parte decisiva de la propaganda de todas las tendencias. Si se politiza y manipula, se corre el riesgo de perder de vista la gravedad y la magnitud de los hechos. La labor de la prensa, tanto en general como en zonas de conflicto, consiste en mantener una imagen definida, consistente y presente de la experiencia humana. Derribar a una periodista o inclusive a su ataúd no hace menos reales los actos que atestiguó por años, ni menos reales los padecimientos ni las distinciones crasas entre discursos estatales y realidades que reportó. Menos abrumadora, pero consistente, aparece la extendida campaña destinada a encubrir las políticas hacia Palestina; que descartan o complican el trabajo de ONG, académicos, artistas, periodistas y ciudadanos comunes de Israel, Estados Unidos, Francia, Alemania y otros países, que se pronuncian contra la ocupación de los territorios por parte de Israel y el despojo de los palestinos de sus derechos humanos básicos.

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Los policías israelíes vieron un desafío en la bandera palestina en la marcha del funeral de la periodista Abu Akleh. Se trata de la bandera de la Autoridad Palestina que se estableció en 1994, como parte de los acuerdos de Oslo con Israel. Que, entre otras cosas, consagraron la cooperación en materia de seguridad, y que las autoridades israelíes y mundiales reconocen. Otra afrenta perciben las instituciones israelíes ante la conmemoración palestina del “Día de la Nakba” (la “catástrofe”, en árabe), como una narrativa destinada a socavar su legitimidad como Estado independiente, pero que de hecho recuerda a 700 mil de palestinos obligados al éxodo. Hoy en día 5.7 millones de refugiados palestinos se encuentran repartidos por Cisjordania, la Franja de Gaza, Jordania, Líbano y Siria, de acuerdo con la ONU.

Nada amenaza la ocupación; ni la presión externa ni la oposición interna. La posición internacional de Israel es incomparablemente más fuerte que la de Sudáfrica del apartheid en su día. EU, Alemania, Francia y Gran Bretaña, sin los cuales es imposible obligar a Israel a detener la anexión de Cisjordania, apoyan su continuación de facto. Es por ello que los medios y las agencias nacionales y globales enfrentan una enorme responsabilidad: la de no pasar por alto que el ímpetu que subyace a este tipo de tragedias son el odio alimentado por la xenofobia de algunos grupos, tanto como las redes de poder político y económico transnacionales que lo sostienen. Es una lente, una cautela, que debemos cuidar, pues recuerdan que la realidad de las personas, de su vida, su acceso a la justicia y sus voces plantean el momento más nítido del foco.

POR MARTA TAWIL

INVESTIGADORA DE EL COLMEX

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