COLUMNA INVITADA

La diplomacia en tiempos del lopezobradorismo

Ante la invasión a Ucrania, hemos gravitado entre una neutralidad y una simpatía hacia el agresor

OPINIÓN

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Guillermo Lerdo de Tejada / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Cuando México logró su independencia, en 1821, se crearon cuatro secretarías que –con diversos nombres– han existido ininterrumpidamente por 200 años, sobreviviendo ideologías y partidos, como instituciones de Estado. Una de ellas es la de Relaciones Exteriores. La política exterior siempre ha sido vital para México.

En el siglo XIX, para resistir las presiones de las potencias europeas; a partir del XX, para encarar el ascenso de nuestro vecino, Estados Unidos, como superpotencia y el hogar de millones de migrantes nacionales. En el siglo XXI ha sido una herramienta esencial para acompañar los crecientes intereses globales mexicanos. No es casual que nuestro cuerpo diplomático sea quizá el servicio civil de carrera más profesional del país.

En estos dos siglos, la diplomacia mexicana se había convertido en una de las mejores y más respetadas del mundo. Pese a no ser una gran potencia, mediante la política exterior México había podido influir en todos los temas relevantes para nuestro país y el mundo. Esto ha cambiado sensiblemente con el lopezobradorismo. La clave del éxito diplomático mexicano fue que los muy diversos gobiernos habían tratado a la política exterior con la seriedad de un asunto de Estado. El lopezobradorismo, en cambio, la ha usado como herramienta ideológica y partidista.

Por supuesto, todos los Presidentes le han querido imprimir un sello personal a la diplomacia y la han politizado en mayor o menor medida; sin embargo, había prevalecido una racionalidad de Estado que generaba certidumbre, confianza y respeto de nuestros aliados. López Obrador se ha reunido con mandatarios cercanos a su ideología, pero que tienen un impacto mínimo para los intereses de México (como Evo Morales, de Bolivia, o Alberto Fernández, de Argentina), al tiempo que rechaza visitar a nuestros principales aliados, sobre todo norteamericanos y europeos, que él considera neoliberales.

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En particular, la defensa a ultranza de las dictaduras cubana y venezolana resulta éticamente inexcusable, sin que al menos se explique por algún beneficio nacional. En el plano multilateral, pasamos de tener una influencia como la de Alfonso García Robles, ganador del premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos en la ONU a favor del desarme y la no proliferación nuclear, a que López Obrador use la tribuna del Consejo de Seguridad para proponer un plan de “fraternidad universal”, que terminó ganando la burla internacional y un regaño de China.

Ante la invasión a Ucrania, el conflicto más grave del siglo, hemos gravitado entre una neutralidad vergonzosa y una simpatía hacia el agresor. La diplomacia mexicana había estado orientada por principios constitucionales y enfocada en defender intereses de Estado; eso le generaba consistencia y profesionalismo. Hoy está dictada por afinidades ideológicas, lo que la hace improvisada y poco confiable.

Afortunadamente, el país cuenta con un SEM de primer nivel. Una de las primeras tareas de un nuevo gobierno deberá ser poner la política exterior en manos de profesionales y empezar a revertir el daño.

POR Guillermo Lerdo de Tejada

Colaborador

(@GuillermoLerdo)

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