EN LOS MARES DE LA EDUCACIÓN

Tecnología para la educación

Se profundizaron ciertas desigualdades: los más afectados fueron los alumnos cuyos padres tenían menor escolaridad y menores ingresos

OPINIÓN

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Antonio Argüelles / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Con el cierre de las escuelas en marzo de 2020 y el comienzo de la educación a distancia, pasó a primer plano una preocupación que, hasta entonces, había sido secundaria: la falta de herramientas tecnológicas para la enseñanza. 

En 2020, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), únicamente 44.2 por ciento del total de hogares en México tenía computadora, y 60.6 por ciento conexión a internet. En cambio, 91.6 por ciento contaba con televisión, lo que llevó a las autoridades educativas nacionales a centrar en este medio su estrategia de educación remota. 

Aunado a esto, en las intervenciones de Siete Mares Consultores constatamos que muchos docentes recurrieron a redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea para mantenerse en contacto con estudiantes y padres de familia. 

Esto no sorprende si se toma en cuenta que, de los usuarios de telefonía celular (75.5 por ciento de las personas de seis años o más), nueve de cada diez tienen un teléfono inteligente.

Lamentablemente, aún se sabe poco sobre cuán efectivas fueron estas herramientas —la televisión y el teléfono inteligente— para facilitar el aprendizaje y evitar el rezago académico. Lo mismo puede decirse de los equipos de cómputo personales en países donde la inmensa mayoría de la población infantil tiene acceso a ellos y, por tanto, pudo continuar su educación en línea desde casa. 

No obstante, con la información disponible, es posible sacar algunas conclusiones. 

En primer lugar, las herramientas tecnológicas son incapaces de sustituir la instrucción presencial. 

En un estudio reciente (Haelermans et al., 2022), los autores muestran que, incluso en los Países Bajos, donde 96 por ciento de la población tiene acceso a internet en su hogar, el aprendizaje de los estudiantes en lectoescritura y matemáticas fue menor durante la pandemia que en años anteriores. 

Además, se profundizaron ciertas desigualdades: los más afectados fueron los alumnos cuyos padres tenían menor escolaridad y menores ingresos. 

En segundo lugar, el acceso a dispositivos tecnológicos y conectividad no garantiza, por sí mismo, mejoras en el aprendizaje. Es más: evidencia prepandémica de Perú (Beuermann et al., 2015) indica que la política de una computadora portátil por niño en casa no tiene efecto alguno en el aprovechamiento académico o las habilidades cognitivas. 

Por último, como sugiere la investigadora Emiliana Vegas,
el valor de la tecnología se hace patente cuando mejora las interacciones entre docentes, estudiantes, padres de familia y el material educativo. 

Por eso, más que pensar en repartir computadoras o tabletas, el reto para el siguiente ciclo escolar consiste en integrar las herramientas tecnológicas que facilitaron la interacción durante la pandemia —es decir, en la práctica— y aprovecharlas para impulsar el muy necesario trabajo de reforzamiento académico.

POR ANTONIO ARGÜELLES
COLABORADOR
@MEXICANO_ACTIVO

PAL

 

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