Son alianzas que, para decir lo menos, suenan extrañas. Pero en realidad muestran lo distinto que es un mundo en el que las ideologías tradicionales parecen rebasadas.
¿De qué otra manera podría definirse esa extraña solidaridad que ha congregado a sectores de izquierda y derecha alrededor del presidente ruso Vladimir Putin y su invasión de Ucrania?
Extraña porque el hecho es una agresión, claramente definida, bajo pretexto de preocupaciones geopolíticas y de protección de derechos humanos de una minoría étnica rusa empeñada ya en un conflicto separatista alentado por Rusia.
Para Stephen Kotkin, un catedrático de la Universidad de Princeton, hay otra explicación: "a nivel mundial, Occidente es a la vez envidiado y resentido".
De acuerdo con Kotkin, en un artículo en la revista Foreign Affairs, "en las últimas décadas, Europa y especialmente Estados Unidos han logrado disminuir la envidia y magnificar el resentimiento, desde América Latina hasta el Sudeste Asiático y países de por medio. Esa dinámica debe revertirse, pero hasta ahora sólo se ha visto reforzada por la respuesta occidental a la agresión de Rusia contra Ucrania, que a corto plazo ha puesto viento en las velas de los detractores que aprovechan la hipocresía intervencionista de Occidente, egoísta enfoque del derecho internacional, y poder excesivo".
La aparente obviedad del punto, en el marco de un alegato mayor sobre la prolongación de la "Guerra Fría", no le resta solidez. En un mundo polarizado, donde "buenos" y "malos" se definen menos por sus acciones que por la forma de pensar del que tenga la palabra, parece casi normal que la tragedia de Ucrania sea vista a través de ópticas distorsionadas.
Para unos, se trata de una lucha entre autoritaristas y demócratas que ha llegado a sustituir las constantes ideológicas de los conflictos de la segunda mitad del siglo XX. Ya no es un choque entre progresistas, "izquierda", marxistas, socialistas o lo que sean frente a la "derecha", conservadores, retrógrados neoliberales o lo que sean.
La nueva formulación está marcada por actitudes ante elecciones, derechos humanos, y medio ambiente. Y son "buenos" o "malos" según quien los defina.
Para otros se trata de oponerse a un régimen impuesto por potencias que tratan, aun en decadencia, de mantener su preponderancia.
En ese marco, la invasión rusa de Ucrania encuentra la justificación, si no la aprobación, de grupos disímbolos, que ven en su solidaridad la solución a sus propios problemas con el viejo régimen occidental y sus formulaciones.
De la "democracia iliberal" del húngaro Viktor Orban, al nacionalismo derechista del brasileño Jair Bolsonaro o el "izquierdista" régimen represivo del nicaragüense Daniel Ortega, algunos parecen convencidos de que apoyar a Putin adelanta sus intereses.
Pero ¿importa que también avalen el derecho de un país a invadir otro en prevención de presuntas amenazas a su seguridad?
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
MAAZ