COLUMNA INVITADA

El hombre rico y sus límites

La revista Forbes recién acaba de publicar la lista de las personas más ricas del mundo. La novedad para este 2022 es que Elon Musk

OPINIÓN

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Javier García Bejos / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La revista Forbes recién acaba de publicar la lista de las personas más ricas del mundo. La novedad para este 2022 es que Elon Musk le ha arrebatado el primer puesto a Jeff Bezos y ha logrado colocarse como el hombre más rico del mundo, con una fortuna de 219 mil millones de dólares, según las fuentes de la revista.

A la par de esto, el sudafricano se ha convertido en el accionista mayoritario de Twitter y pertenece ahora al consejo de administración de esa red social. La figura de Elon Musk llama la atención por lo repulsiva que puede llegar a ser para un amplio sector de la población, mientras que para el otro, el creador de Tesla es una suerte de dios, visionario y modernizador.

Es ese tipo de personaje capaz de polarizar y de usar ese rasgo de su personalidad a su favor. Un multimillonario, muy activo en redes, desfachatado e irreverente, que no tiene pudor al momento de titear lo que se le ocurra. Similar a Trump y otros super ricos que usan las redes para difundir sus ideas sin ningún tipo de filtro.

Y aquí entra la parte espinosa de este asunto. Teniendo muy claros los matices de gris que todo ser humano posee y sin querer satanizar a Musk o otros hombres de poder, creo que el quid de la cuestión en torno a estas figuras de poder y la a veces muy preocupante ausencia de límites a ese poder, es que precisamente su posición les otorga un excesiva libertad y vía libre para que evadan las consecuencias de lo que hacen y dicen.

Las manifestaciones déspotas de Musk con sus empleados, con usuarios de Twitter o con periodistas que lo incomodan no son solo el reflejo de un niño rico mimado. Son el síntoma de un problema social mucho mayor que arrastramos desde hace siglos y que ha permitido que una elite económica, muchas veces irresponsable y frívola, se sienta con el derecho de hacer y decir lo que plazca y de tratar al otro como subnormal.

Me preocupa que este patrón de comportamiento se siga reproduciendo y que figuras con tanto poder crean que insultar a alguien en Twitter, tomar decisiones arbitrarias respecto al funcionamiento de su empresa, desacreditar a quienes los critican constructivamente, humillar a sus empleados, o hacer despliegues vulgares de su pretendida superioridad intelectual y económica, puede hacerse sin que ello genere consecuencias.

Porque a veces de facto, no hay consecuencias. Pero esto no debe ser así. La sociedad, el mundo, cada día está más agotado de tener que padecer a figuras de este tipo que deciden sobre el destino de millones y que lo hacen con la más absoluta irresponsabilidad e ignorancia.

No necesitamos más líderes superfluos que presuman a diario en las redes los alcances de su poder, o que protagonicen dimes y diretes virtuales a nivel de cantina. Necesitamos líderes empáticos y comprometidos con la sociedad. Líderes conscientes de su papel y relevancia, pero también conscientes de que su riqueza no sucedió solo porque ellos la desearan, o porque son muy astutos y hábiles para hacer dinero. Las empresas funcionan porque existe todo un equipo humano que las hace funcionar.

Millones de personas, incluidos los consumidores, que permiten que cosas grandiosas como Tesla, SpaceX, Amazon, Microsoft, Apple, Google y muchas otras más, sucedan.

Si estas personalidades se siguen empeñando en ignorar el componente social de su éxito, poco podremos avanzar para reducir las brechas sociales que nos separan y llegará un punto en que la sociedad tampoco estará dispuesta a soportarlo. Desde hace años ese malestar está ahí y sólo necesita de catalizadores que lo impulsen, y ya hemos tenido ejemplos de algunos detonadores que no han sido precisamente lo que se necesitaba…

Por Javier García Bejos
Colaborador
@jgarciabejos

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