COLUMNA INVITADA

Traición a la patria

Sólo cuando existe la posibilidad de disentir existe la posibilidad de mejorar un país

OPINIÓN

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Guillermo Lerdo de Tejada / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Después de hundir al país en la pobreza, con el fracaso de sus planes de transformación, viendo que perdía respaldo popular y control político en su partido, el dirigente de la nación tuvo una idea: para ocultar su irresponsabilidad, distraer a la población de los problemas y relegitimarse, convocó a sus seguidores a una cruzada contra los “traidores a la patria”.

Así inició en 1966 la “revolución cultural” en China, que se prolongó durante una década de violencia contra millones de personas. Infectados por el miedo y la propaganda, los vecinos denunciaban a sus vecinas, las amigas a sus amigos, los hijos a sus propios padres.

Equiparar el disenso democrático con la traición provocó los peores crímenes del siglo XX.

El método fue similar en Alemania o la Unión Soviética: poner a quienes piensan distinto la misma etiqueta, “traidores”, para crear un enemigo común; culparlos de todos los males; crear una campaña de odio. Y listo: mucha gente, intimidada, se callará; los que hablen serán humillados y agredidos hasta conseguir su silencio, su deslegitimación social o, en el peor caso, su eliminación física. En Venezuela y Cuba, así justifican hoy la represión a estudiantes, artistas, científicos y campesinos que piden democracia: “son traidores”.

Tristemente, en México cada vez nos internamos más en ese obscuro laberinto. Hace poco, la dirigencia de Morena lanzó una campaña para estigmatizar como traidores a la patria a los diputados de oposición que votaron contra la reforma energética; ahora salen con la peligrosa ocurrencia de una consulta popular para enjuiciarlos. El coordinador de los diputados oficialistas dijo que había que “fusilarlos pacíficamente”. La licencia para hacer todo esto proviene del presidente de la República, quien todos los días atiza la hoguera para el linchamiento. A raíz de estas instigaciones, varios legisladores han recibido acoso digital, agresiones en sus oficinas y amenazas de muerte.

Lo más grave es que, cuando desde el poder estigmatizan como traidores a la patria a los diputados opositores, ese mensaje también va dirigido a los millones de ciudadanos que pensamos diferente. El gobierno no sólo quiere amedrentar a los legisladores: lo que realmente desea es desacreditar, callar y someter cualquier voz distinta a la línea oficial.

Porque lo cierto es que para el presidente los fracasos se acumulan, la excusas suenan cada vez más huecas, la popularidad se desgasta, las fisuras en su movimiento se abren. Podría, claro, decidirse finalmente a dialogar y negociar con la oposición en democracia; pero no lo hará, porque implicaría una derrota no sólo política sino moral e histórica: admitir que se equivocó, que en México hay otras visiones y que son válidas. Así, la única alternativa que tiene es redoblar su apuesta para dividir al país, con la esperanza de distraer la atención y cohesionar a su base, al menos hasta el ocaso del sexenio y las próximas elecciones.

Frente a ello, resistamos la tentación de ser parte de la polarización y caer en el juego. Ante lo peor del régimen, respondamos con lo mejor de la ciudadanía: mantengámonos bien informados; debatamos ideas y no personas; dialoguemos más y encontremos proyectos comunes entre sociedad civil y partidos opositores. Sobre todo, no renunciemos a la crítica. “Disentir es la forma más elevada de patriotismo”, decía Thomas Jefferson, porque sólo cuando existe la posibilidad de disentir existe también la posibilidad de mejorar un país.

POR Guillermo Lerdo de Tejada

(@GuillermoLerdo)

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