EN LOS MARES DE LA EDUCACIÓN

Mentalidad de crecimiento

Cuando los educadores promueven una mentalidad de crecimiento de forma cotidiana, los estudiantes cambian la percepción de sí mismos, desarrollan su inteligencia y, en última instancia, mejoran su desempeño dentro y fuera de la escuela

OPINIÓN

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Antonio Argüelles / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La sonrisa que a menudo esbozamos los nadadores en aguas abiertas, tras terminar nuestros cruces, esconde una verdad que no siempre hacemos explícita: para completar estas travesías, hay que sufrir. El sufrimiento empieza desde mucho antes del nado. Siempre he dicho que nadar, digamos, 24 horas es lo menos difícil; lo realmente complicado es levantarse todos los días, durante meses, a entrenar, a buscar la fortaleza física y mental para sobreponerse a los desafíos durante el nado. 

Como las dificultades que enfrentamos los nadadores, las que enfrentan los estudiantes en su proceso de aprendizaje son inevitables. Algunos batallarán desde el inicio de sus trayectorias académicas, con la lectoescritura o la aritmética básica, mientras que otros encontrarán retos más adelante en el camino. No obstante, tarde o temprano, todos pasarán por momentos espinosos. Cuando esto sucede, reporta Jenny Anderson en The New York Times, la respuesta más común es decir a los estudiantes cómo resolver el problema para que luego lo practiquen. La estrategia inversa —empezar por la práctica y la reflexión— parece menos lógica: “¿Por qué dejar que los estudiantes pierdan el tiempo y desarrollen ideas erróneas cuando un docente está ahí para mostrarles el camino ‘correcto’?”. 

Un metaanálisis de ambas estrategias, sin embargo, reveló que los estudiantes se desempeñan mejor cuando tienen que resolver problemas antes de aprender el concepto en cuestión. 

Por ello, lo importante no es evitar situaciones incómodas para los estudiantes en el aula, sino ayudarles a sentirse cómodos con la incomodidad. El camino que proponemos en Siete Mares Consultores para lograr este propósito tiene que ver con la “mentalidad de crecimiento”. Ésta parte de la premisa de que nuestros cerebros son maleables y pueden generar nuevas conexiones en cualquier momento, lo que nos permite cultivar conocimientos y habilidades por medio de la práctica y la ejercitación constantes. 

El primer paso para los docentes consiste en desarrollar su propia mentalidad de crecimiento, para luego transmitirla a sus estudiantes. En este proceso, aspectos como el trabajo colaborativo y el lenguaje desempeñan un papel central. Para crear en el aula un ambiente de apoyo y confianza con expectativas altas, es necesario resaltar el potencial y las capacidades de los alumnos, respetar sus procesos de aprendizaje y enseñarles a ver sus errores como oportunidades. Cuando los educadores promueven una mentalidad de crecimiento de forma cotidiana, los estudiantes cambian la percepción de sí mismos, desarrollan su inteligencia y, en última instancia, mejoran su desempeño dentro y fuera de la escuela.

POR ANTONIO ARGÜELLES
COLABORADOR
@MEXICANO_ACTIVO

PAL

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