La marcha del domingo pasado, convocada por el presidente López Obrador y organizada y operada por Morena, el gobierno federal y algunos estatales, constituyó una muestra mayúscula de músculo político, entendido este como capacidad de convocatoria y movilización masivas.
Más allá de simpatías o antipatías, conviene intentar un análisis objetivo acerca de lo que representa, de cara a un año electoral clave y a la sucesión presidencial. El domingo intenté hacer algunos apuntes en redes sociales, que recojo aquí para la reflexión: AMLO es el mayor exponente de la movilización social de las últimas tres décadas, nadie le gana a eso. Al resultar tan concurrida y —para sus propósitos— exitosa la marcha opositora del 13 de noviembre, era de esperarse que López Obrador echara toda la carne al asador para intentar opacarla en el terreno que mejor conoce y domina.
Las movilizaciones son una muestra de músculo político y así hay que entenderlas; unas son más orgánicas y genuinas que otras, pero ninguna es químicamente pura. Marchas y bloqueos son también una industria, y muy redituable: hay personas y organizaciones que viven de eso.
De todas las marchas convocadas por AMLO a lo largo de su carrera política, la del domingo fue la más atípica, con mucho de las viejas prácticas corporativistas o “acarreo”, pero incuestionablemente también con una muy nutrida participación voluntaria y hasta entusiasta.
Para quienes saben de estas cosas, hay grandes diferencias entre movilización y acarreo. No cualquiera logra una movilización como esta, acarreo o no, y esta capacidad es la que hace después que partidos o personajes puedan movilizar a sus votantes.
Para entender mejor esta marcha es necesario recordar que AMLO no solo tiene altos niveles de aprobación, sino que es uno de los políticos que más fuertes sentimientos despierta: como un imán, provoca intensa atracción o intenso rechazo. A muy pocos les resulta indiferente.
¿Toda movilización implica acarreo? Tendríamos que definir ambos términos: la movilización implica un grado de planeación, organización y logística. El acarreo implica obligatoriedad. La realidad está en medio: a algunos “los organizan” para ir, pero otros se organizan para ir.
Así como las “tendencias” en Twitter rara vez son espontáneas, las movilizaciones masivas tampoco lo son, pero eso no implica necesariamente obligatoriedad: esta se da cuando existen amenazas/repercusiones/represalias por no participar, y esas sí constituyen delitos que se deben denunciar y exhibir.
Probablemente lo que mejor ilustra lo diferente de la marcha presidencial es el hecho de que AMLO haya caminado durante casi cinco horas en medio de la multitud, una imprudencia en términos de su seguridad, pero también una afirmación (o autoafirmación) de fuerza. Y es en ese marcar los contrastes que este presidente vive y respira.
POR GABRIEL GUERRA
COLABORADOR
GGUERRA@GCYA.NET
@GABRIELGUERRAC
MBL