SIN ROLLOS

Inmundicia

La Liga MX demuestra día con día por qué no puede ser de las mejores del mundo, aunque sus dichos lo digan

OPINIÓN

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Jorge Murrieta / Sin Rollos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Por más que intentemos reivindicar a nuestra liga y ponerla, cuando menos, entre las 15 o 20 mejores del planeta, es imposible. Qué más quisiéramos. Tenemos (tienen) instalaciones de lujo que compiten, sin ningún tipo de recato, con las europeas. Estadios de primera, casi nuevos, producto de la solvencia económica de algunos de los dueños de la pelota, respaldados en su mayoría por empresas de altísimo nivel.

Y pensamos usted y yo, el aficionado de a pie, el cándido hincha desinteresado que sólo sueña con poder ir al estadio para alentar a su equipo, que México es “de primer mundo”, futbolísticamente hablando, claro, no se me vaya usted a confundir. Pero no. Tampoco en su deporte profesional México es ejemplo de nada.

Su liga no es modélica, todo se hace por debajo del agua y los poderosos no dejarán de serlo de la noche a la mañana, por más que se le inyecten políticos, empresarios y hasta comerciantes de buena voluntad, pero con nulo desconocimiento del futbol cancha.

Apenas transcurrieron algunas pocas jornadas y algunos dirigentes sacaron el cobre. Renato Ibarra, quien no debería de haber puesto un solo pie en las canchas de éste u otro país, reapareció alegremente con el América y anotó el gol con el que las Águilas afianzaron el 2-0 contra Tijuana. ¡Bravo!

Un tipo acusado de violencia doméstica, tentativa de homicidio, agresiones múltiples contra su entonces pareja y demás linduras, terminó declarando en el reclusorio como la muestra más abyecta de sus múltiples felonías, que terminaron quedando impunes. ¿Falló el jugador? Desde luego. Pero más falló una liga soliviantada y permisiva que prefiere los dólares a que se aplique la ley. Las directivas de Atlas y América son una auténtica caricatura.

Mientras pase el escándalo (América), ahí te aviento la bolita (Atlas) y ya luego veremos cómo me pagas. Como el Atlas no es mediático e Ibarra no se caracteriza por su regularidad, sus escandalosos actos defeños quedaron cubiertos bajo la espesura de la noche tapatía.

El crimen perfecto. Me voy un tiempo a jugar a Guadalajara, espero a que se serenen los ánimos y regreso al América cuando a este país desmemoriado se le haya olvidado todo.

Aún recuerdo cómo el América juzgó acremente al atacante sudamericano, poniéndolo como ejemplo de lo que no debe ser un deportista profesional y arguyendo, además, que el moreno jamás regresaría a Coapa. ¿Y qué pasó? Lo de siempre: absolutamente nada. Es nuestro futbol. El de los cochupos. El de los arreglos por debajo del agua.

El que permite que casi de forma descarada, dos directivas (aunque no nos conste, las huellas del lodazal están por todas partes) arreglen un partido para que uno salga de la zona donde hay que pagar a la Federación no un ascenso, sino la posibilidad de permanecer mediante unos pesos en la máxima categoría.

Aquella alineación indebida del América le dio al Atlas tres puntos que había perdido en la cancha. Curiosamente, Renato Ibarra, el apestado en el América, formaba parte de aquel plantel atlista. ¿Coincidencia? Puede ser. Pero hay mentes cochambrosas, como la mía, a las que no se les da coba con tanta facilidad.

Inmundicia se titula este texto. Y es que sólo en un futbol inmundo se le permite a un promotor ser dueño de un equipo de Primera División. Cero ética. Cero moral. Era de esperarse, entonces, que El Pity Altamirano haya sido el primer técnico cesado del torneo, tras fracasar con el Querétaro de Greg Taylor, que se armó un equipo con más de 10 futbolistas nuevos. Así, cualquiera fracasa.

POR JORGE MURRIETA
@JORATLA

MAAZ