SIN ROLLOS

El pequeño gran rey

La de Messi no es la historia del ídolo común que tocó fondo y se levantó como el ave fénix de sus propias cenizas, pero siempre estuvo ahí y vale la pena contarla

OPINIÓN

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Jorge Murrieta / Sin Rollos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Lío Messi no es el ídolo enlodado que tragó estiércol y se perdió en la espesura de la noche. No tuvo siquiera medio coqueteo con la vomitiva prensa amarilla que tanto persiguió —y sedujo— a Diego Maradona. Messi es un muchacho tranquilo, de barrio, que se enamoró cuando era un niño de la pelota y como en Argentina no podían pagarle el tratamiento que le ayudaría a crecer, sus padres decidieron llevarlo a un ambiente menos hostil, futbolísticamente hablando.

El Barcelona, que suele no equivocarse, sí podía costear el millonario tratamiento que ayudaría al joven Lío a terminar de desarrollarse hormonalmente como cualquier joven normal.

Y aquel pequeño fenómeno echó una moneda al aire para cazar su suerte millonaria. En muy poco tiempo, el rosarino que había pasado por las inferiores de Newell’s, logró conquistar al mundo del futbol: sin arrebatos, sin valentonerías, sin artilugios ni excentricidades.

El humilde Messi lo es a la fecha. Un orgullo para su país, aunque una cantidad importante de gamberros argentinos lo hayan tachado de pecho frío, de no echarse a la selección a los hombros, como sí lo hizo en su momento Diego Armando Maradona.

Aunque para quien entiende del juego y ama el futbol, como nosotros, sabemos que Lío siempre, SIEMPRE, estuvo ahí. Limpio, alejado de las cámaras y los grandes reflectores, resguardado por su familia, con buen tino del malaje que arruina todo y no deja más que soledad y tristeza a su paso.

La de Messi no es la historia del ídolo común que tocó fondo y se levantó como el ave fénix de sus propias cenizas. Es, digamos, una historia de éxito para toda la familia. Clasificación A, pues. Un chico bajito con tremendas aptitudes para practicar el deporte más bello del universo conocido y ya está.

He ahí otro 10 histórico para los argentinos. Un hombre que quizá no participa mucho en la arenga del vestidor o previa al inicio de los partidos y los segundos tiempos.

¡Pero ahí está! Siempre ha estado el crack, el menospreciado crack al que consuetudinariamente han de comparar con el Diegote y con O’Rei, como si no fuera la religión futbolística 100 por ciento politeísta. “Hay gente pa’ to”, diría Juncal.

Después de la revolución de los holandeses y Cruyff con el Barcelona, vino una aún mayor con el equipo de Pep Guardiola, aquel centrocampista excepcional que hizo sus pininos como técnico en los Dorados de Sinaloa, mientras fungía como jugador de campo y dentro del mismo comenzaba a destacarse por leer de manera inusualmente correcta los partidos de futbol.

Tuvo compañeros de todo tipo. Desde el Lupillo Castañeda hasta El Loco Abreu. Material, entonces, había para compartir conocimientos. En la banca, dirigiendo, estaba el español Juan Manuel Lillo, quien le soltó las riendas al catalán, que terminaría retirándose de las canchas para regresar a su país como un sabio de la táctica.

Guardiola hizo del Barcelona un equipo de época. Así cualquiera, dirían, pues bajo su tutela pasaron tipos como Piqué, Fábregas, Mascherano, Puyol, Xavi, el eterno don Andrés Iniesta (con diferencia el mejor futbolista español de todos los tiempos), y claro, Lionel Messi, el mejor jugador del mundo, más querido aparentemente en Catalunya que en su tierra, sin contar con que jamás declinó una convocatoria para ir a la selección.

Hay que ser caradura para decir que Messi no ama a su país. Tan lo ama que sufrió como nadie cada proceso eliminatorio, cada partido de Copa del Mundo, cada final perdida... Y es que la Copa estaba tan cerca, pero tan lejos, que en la última época la camiseta de La Pulga parecía pesar la de 50 millones de argentinos.

¿Que si es el mejor de la historia? No lo sé. Juzgue usted con este pequeñísimo ejercicio. Con el Barcelona ha ganado más de treinta títulos entre ligas (10), Champions (4), Copas del Rey (7), una medalla olímpica, una final jugada y perdida de Copa del Mundo, tres finales perdidas de Copa América y una ganada, apenas el sábado anterior ante el rival odiado y en el mismísimo Maracaná, que dio curso al llanto más emotivo que recuerde en futbolista alguno.

Llanto emotivo, sincero, roto, extenuante y agradecido de quien no había podido conseguir nada con la mayor. Llanto de paz y esperanza el de un hombre que ha entregado de manera devota y silenciosa su vida al deporte más bello del planeta.

Lío, eres un extraterrestre.

POR JORGE MURRIETA
@JORATLA

MAAZ