SIN ROLLOS

Ignacio Primero de Huesca

Ambriz cruzó el charco para ganar menos dinero y continuar forjándose como un técnico fajador y astuto, avezado en la precocidad casi inconsciente del jogo bonito

OPINIÓN

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Jorge Murrieta / Sin Rollos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Para juzgar la labor de un técnico, debe analizarse en primera instancia el alcance que posee su plantel. No se puede exigir mucho cuando en la plantilla no abunda el talento.

Pero cuando eso pasa –y seguro habrá de ocurrirle a Nacho Ambriz en Huesca-, no queda de otra que cambiar las ideas y el concepto artístico por fierros y un sistema menos acabado de juego, pero más feroz, porque las circunstancias obligan a correr el triple si se aspira a recuperar la categoría.  

Ignacio Ambriz fue contratado por el humilde Huesca, equipo recién descendido que juega en una ciudad pequeña del noroeste español. Poco menos de 60 mil habitantes pueblan la entidad que pertenece a la comunidad autónoma de Aragón, y cuyo santo patrono es San Vicente.

El estadio El Alcoraz tiene capacidad apenas para 7 mil 638 aficionados y fue inaugurado en el ya lejano 1972. Dentro de su palmarés, la SD Huesca cuenta con varios títulos de Tercera División, un par de Segunda B y uno de Segunda División, que fue el que le dio el pase a la primera división en 2019-2020.

El paso del Huesca por la máxima categoría fue un suspiro y como vino se fue. La meta del cuadro oscense es buscar la estabilidad en la Segunda División para después conseguir la hombrada de regresar cuanto antes a la división de lujo, ahora dirigido por un mexicano al que han de recordar en España porque fue auxiliar de Javier Vasco Aguirre en el Osasuna y el Atlético de Madrid, donde incluso llegó a disputar una Champions.

Es decir que para Nacho no es nuevo el entorno español, pues en tierras ibéricas desenmarañó los secretos de la táctica ultradefensiva de su otrora jefe Aguirre (quien hoy vende humo y se hincha de billetes en Monterrey). Habiendo igualado cuando menos al maestro (Aguirre tiene un título con el Pachuca y Nacho uno con el León), Ambriz cruzó el charco para ganar menos dinero y continuar forjándose como un técnico fajador y astuto, avezado en la precocidad casi inconsciente del jogo bonito.

Su León, el espectacular León que tenía a tipos tan sabios con el balón como Montes o Mena, es hoy una mera anécdota; un sueño hermoso del que ningún técnico quisiera despertar, pues el cuadro del bajío jugaba por nota. Las responsabilidades cambian y ahora, lejos de buscar jugar bien a la pelota, Nacho intentará convencer a 11 guerreros de que la prioridad es correr y correr, sudar la camiseta hasta la última gota para entonces, y sólo entonces, darse el lujo de pensar en el retorno a la Primera División, lo cual se antoja dificilísimo, pero no imposible. 

Sin tener aún tan desarrollada la estructura verbal de su arenga, Ambriz sustituye el verso bonito con palabras que emanan del alma y que llevan consigo un fuego demoniaco que convence a todos. La casta está ahí; el temperamento, también. No cualquiera le pega en la nariz a un balón como le pegaba Nacho, dejando algo aturdido a quien se pusiera en el camino de la bala.

Desde su paso como futbolista, honesto a carta cabal, Nacho tenía lo que se necesitaba para después triunfar en la docencia, tal como quedó demostrado en su paso por varios equipos en la liga mexicana. Finalmente, durante la terrible primera parte
de la pandemia, Nacho se alzó con el título de liga contra los Pumas en un estadio desolado. Aunque sin gente en la tribuna, Ambriz se encaramó a la cima del futbol mexicano con su juego espectacular y dinámico de posesiones cortas y trazos largos.   

En un acto de auténtica heroicidad, el ex técnico de Chivas, San Luis, Querétaro, América y León, ha decidido tirar por la quijotesca calle empedrada del Huesca.

Seguramente encontrará un remanso íntimo de sinceridad y buenas intenciones. Tengo fe en Nacho. En su honesta mirada se lee la claridad de sus muchas, pero genuinas intenciones de regresar al Huesca a la Primera División.

POR JORGE MURRIETA
@JORATLA

MAAZ