LÍNEA DIRECTA

Popularidad

Las obras proyectadas, los enemigos inventados, la guerra contra la prensa y los órganos autónomos, son parte de esa campaña

OPINIÓN

·
Ezra Shabot / Línea Directa / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Cualquier gobernante pretende que su figura sea reconocida por la ciudadanía como una forma indispensable de darle legitimidad a su mandato. Sin embargo, el ejercicio mismo del poder desgasta y disminuye dicho reconocimiento porque por un lado no es posible satisfacer las demandas de toda la población, y por otro los errores u omisiones producidos durante su gestión lo muestran necesariamente como un ser humano falible, y no como el superhombre de la campaña electoral.

Pero esa popularidad, ese capital político propio que se daña con el uso, debe ser visto como una inversión en donde lo que se pierde de una parte, se gana en otra al obtener un beneficio para el país en su conjunto o para un segmento de la ciudadanía en detrimento de otro.

Así, las reformas de la administración Peña Nieto que produjeron mayor competencia, bajos precios y mejores servicios en el sector energético y en el de telecomunicaciones tuvieron un costo en la figura del gobernante, independientemente de su despilfarro en materia de corrupción y abuso de los privilegios en favor de sus compañeros de negocio.

Pero lo que es inaceptable es que un presidente como López Obrador, elegido por una mayoría abrumadora de mexicanos, insista en hacer de su popularidad el objetivo de su gobierno. Como lo dijimos en este espacio la semana pasada, el presidente candidato se enterca en comportarse como tal durante la primera parte de su sexenio.

Las obras proyectadas, los enemigos inventados, la guerra contra la prensa y los órganos autónomos, son parte de esa campaña cuyo objetivo es mantenerse en el poder aunque en el camino esto termine por destruir una buena parte del México moderno, plural, global y que a pesar de sus defectos y carencias, se proyectaba como la opción viable para mejorar las condiciones de vida de millones de mexicanos.

Y si esta estrategia resultaba peligrosa en condiciones normales, en tiempos de pandemia y caída económica parece realmente suicida. La caída en la popularidad del presidente en las últimas semanas y la cada vez más alta posibilidad de que la contienda electoral de junio se cierre entre oposición y gobierno, nos lleva directamente a la conclusión de que el glamour y el carisma no son suficientes para gobernar un país.

Suponer que el deseo y la voluntad de un solo individuo son suficientes para transformar la realidad es un argumento insostenible. Las condiciones económicas, la polarización social, la ineptitud para gobernar y la falta de empatía con amplios grupos sociales, se paga caro en el momento electoral

Aunque hay quien cree todavía que el resultado de las urnas también puede adaptarse a las necesidades de la 4T. Por el bien de todos, espero que se equivoque.

POR EZRA SHABOT
EZSHABOT@YAHOO.COM.MX
@EZSHABOT

dza