DESDE AFUERA

Un conflicto sin final

Tal vez habría necesidad de líderes con un sentido más generoso de vida e historia, más allá de la reelección próxima o la satisfacción inmediata

OPINIÓN

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José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En las últimas dos semanas, el mundo se estremeció con un nuevo acto en el infortunadamente cada vez más periódico y familiar drama en Medio Oriente, el conflicto entre judíos israelíes y palestinos.

Y confieso que a propósito uso la palabra judío porque el problema ya no es nada más entre israelíes y palestinos o árabes, sino incluso entre ciudadanos israelíes de la mayoría judía y de la minoría árabe.

Es un conflicto que uno sospecha es cada vez más y más propiciado por rejuegos políticos internos, sea en Israel o en los territorios palestinos, o intereses extrarregionales.

¿Podría ser que la pasada crisis hubiera sido auspiciada por la percibida debilidad del gobierno israelí? ¿O por qué Benjamin Netanyahu y sus aliados políticos ven la importancia de subrayar la fortaleza de su liderazgo? 

No está claro. Pero no puede descartarse.

¿Pudo haberse debido al conflicto entre las dos principales fuerzas políticas palestinas, el movimiento Al-Fatah y el pro-iraní Hamas? ¿Pudo ser por las elecciones que debían haberse celebrado el 21 de mayo y el 31 de julio, pero fueron suspendidas por Mahmoud Abbas, se dice, porque Fatah podía perderlas?

Eso dicen algunos analistas.

El hecho es que luego de dos semanas de bombardeos mutuos, el saldo fue de 243 palestinos y 12 israelíes muertos. Que son exactamente 12 israelíes y 243 palestinos que no debieron haber muerto. Más centenares de heridos que no debieron haberlo sido, más miles de desplazados, niños y adultos, que no debieran enfrentar esas situaciones o sus secuelas. Es tan fácil tomar posición sobre el tema que hace imposible juzgar el caso. No porque no haya suficientes razones para opinar, según el ciego punto de vista ideológico que rodea al conflicto desde sus orígenes. Al contrario, es demasiado fácil.

Pero el tema es tan simple como difícil.

Porque francamente ¿tienen los judíos derecho a la vida? Sí, absolutamente. ¿tienen derecho a una patria? Sí, totalmente. Pero ¿tienen derecho los palestinos a sobrevivir como pueblo? Sí, categóricamente ¿Tienen derecho a un territorio propio? Sí, definitivamente.

Y la gran pregunta es si se trata de derechos excluyentes.

En lo personal no lo creo, realmente. Pero es una posibilidad denegada por los extremistas de ambas partes, sea por conveniencias políticas inmediatas, propias y ajenas, o por prejuicios de cualquier tipo y alimentada por las constantes fricciones y muertes. Tal vez habría necesidad de líderes con un sentido más generoso de vida e historia, más allá de la reelección próxima o la satisfacción inmediata.

Pero no hay buenos precedentes, como lo demuestran la suerte de quienes se atrevieron a buscar vías a la paz: Isaac Rabin, asesinado por un extremista judío el 4 de noviembre de 1995; las sospechas alrededor de la muerte del líder palestino Yasser Arafat el 11 de noviembre de 2004; el asesinato del presidente egipcio Anwar el-Sadat, el 6 de octubre de 1981, por un extremista islámico. 

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS.
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM 
@CARRENOJOSE1

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