COLABORADOR

Un año en el encierro

Cuando los historiadores revisen nuestro Annus Horribilis, 2020 dirán que el número de muertos es incomprensible y que pudieron evitarse en su mayoría

OPINIÓN

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Pedro Ángel Palou / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Mientras escribo estas líneas millones de vacacionistas abarrotan las playas de México festejando la Semana Santa. Muchos de ellos corrieron el lunes a los centros de vacunación, aún sin cita, implorando por una dosis "para poder irse de vacaciones”. Muchos lugares del país milagrosamente pasaron a semáforo verde en pos de una cierta recuperación económica. Aquí y allá actos de irresponsabilidad que arrastrarán consecuencias. Como el hecho de que desde su púlpito un arzobispo mexicano diga a sus feligreses que no compren tapabocas, porque son una trampa y un negocio. En fin, para no creer.

Mi conclusión, un año después de haber iniciado una estricta cuarentena y aún a la espera de mi propia vacunación -por edad, donde vivo, no seré vacunado hasta entrado abril-, pienso que cada uno está escogiendo su propio apocalipsis. Mi familia se encerró el 14 de marzo de 2020. Ya cumplimos el año, el calendario sigue inexorable. Zoom nos ha permitido comunicarnos lo mismo profesional que personalmente. Ha sido el cemento que nos ha unido. Mientras todo esto pasaba un expresidente -en ese entonces todavía en funciones- quiso robarse la elección de Estados Unidos, la mayoría de los países manejó ineptamente la pandemia, como ahora lo hacen mal con las vacunas. En México se superaron ya los 500 mil muertos. Tememos superar a Brasil como el país más infectado del mundo. El presidente, que estuvo enfermo ya, sigue sin usar tapabocas él mismo.

Durante los primeros meses de la pandemia aplaudimos y cantamos a los enfermeros, a los trabajadores de primeros auxilios, hubo gran solidaridad. Y muchas lágrimas. El circulo se fue cerrando y poco a poco todos tuvimos alguien querido enfermo o muerto por el COVID-19. El informe de la OMS asegura que el virus no se inició en Wuhan, ni en un mercado, pero no sabemos dónde ni cuando.

Los conspiracionistas -esos que siguiendo a Q tomaron el capitolio- hoy no se vacunan porque las medicinas están hechas con células de fetos, o porque simplemente no creen en la ciencia. En México el presidente arremete contra las instituciones y los periodistas, sin darse cuenta el daño que está haciéndole a la democracia. Art19 es el último en la lista. Denostar al enemigo, no aceptar la crítica, atrincherarse en la sinrazón es absurdo y aquí en Estados Unidos, al menos, fue lo que acabó con la posible reelección de Trump. Pero parece que AMLO no ve las barbas del vecino remojadas.

Vendrán tiempos mejores. Biden, por ejemplo, acaba de explicar sus impuestos nuevos a los ricos y las corporaciones para aventurarse en un plan de infraestructura sin precedentes desde Roosevelt o Johnson. Bien haría Andrés Manuel en revisar con esos fines nuestra política fiscal para convertir su autodenominada 4T en algo más que pleito y confrontación: en un legado. La oposición es de broma, por cierto. Fox tuitea: No a Morena, no a la Dictadura. Trasnochado. Ricky Riquín Canallín hace el ridículo tamaño caguama, Mario Delgado no permite que Porfirio Muñoz Ledo se reelija, pero si una pariente de AMLO. “Nosotros no somos iguales”, dicen desdiciéndose.

Cuando los historiadores revisen nuestro Annus Horribilis, 2020 dirán que el número de muertos es incomprensible y que pudieron evitarse en su mayoría. Hablarán de la brutal desigualdad -en la enfermedad y en la vacunación-, pero tendrán que estudiar nuestra depresión colectiva. La idea de que ha habido una perdida común que por ahora es inconmensurable, una herida terrible.

Antes de que lleguen los historiadores, como dice el narrador de Los funerales de la mamá grande, debemos aprender a vivir la que ya nunca será normalidad. Nuestros rituales, nuestros hábitos. De higiene, de convivencia, de vida diaria. ¿Nos saludaremos algún día? ¿Nos abrazaremos, besaremos, más allá de la burbuja? Al inicio de la pandemia la naturaleza respiró aliviada de nuestro encierro. Las aguas volvieron a ser claras, los animales a salir libres, incluso el clima lo agradeció. Hoy llenamos las carreteras, los aeropuertos, las playas. Estamos desesperados y no nos damos cuenta el daño irreversible que nuestra nueva irresponsabilidad nos está trayendo.

El trabajo no volverá a ser el mismo. La vida no volverá a ser la misma. ¿Por qué entonces esos millones de apocalipsis individuales auto infligidos? ¿Por qué la gente no se da cuenta que hay otra gente sufriendo como ellos?

La comunidad, lo común es nuestra salvación igual ayer que hoy, ¿por qué no cambiamos?

POR PEDRO ÁNGEL PALOU
COLABORADOR
@PEDROPALOU

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