POLITEIA

Navidad

En unos días celebraremos la fiesta navideña, que recuerda el nacimiento de Jesús de Nazareth, quizá el hombre con mayor influencia en la historia universal

OPINIÓN

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Fernando Rodríguez Doval / Politeia / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Con Jesús se inauguró una nueva era y sobre sus enseñanzas se construyó una nueva civilización, cimentada en una cosmovisión que considera que la persona tiene una dignidad especial de la que se derivan derechos, que existe un orden natural que es compatible con la libertad humana; que los seres humanos no son átomos, sino que tienen una vocación social que se expresa primariamente en la familia; o que existe una realidad espiritual que trasciende lo meramente material.

La insistencia evangélica en el amor al prójimo, la compasión y el perdón rápidamente se tradujeron en la noción de igual dignidad, sin distinción de raza o condición social. Hace dos mil años, esa era una aseveración verdaderamente revolucionaria que dio origen a planteamientos como el de la libertad de la persona frente al gobernante, la defensa de los débiles y excluidos, la búsqueda de la justicia, o la existencia del Estado y la Iglesia como entidades distintas.

En su excelente libro Dominio, el historiador británico Tom Holland asegura que el cristianismo ha impactado y dejado huella en todos los campos del desarrollo humano, por lo que vivir en un país moderno es vivir en una sociedad cuyos instintos y tradiciones tienen unas profundas raíces cristianas. Dos mil años después del nacimiento de Cristo, escribe Holland, “no es necesario creer que resucitó de entre los muertos para asombrarse ante la formidable influencia de su legado”. Recientemente una burócrata de la Comisión Europea recomendó que se sustituyera el tradicional “Feliz Navidad” por el supuestamente más inclusivo “Felices fiestas”. Fue tal la polémica que provocó su propuesta que se tuvo que desdecir rápidamente.

Y es que no hace falta practicar la religión cristiana en alguna de sus modalidades para reconocer que el paso de Jesús por este mundo inspiró acontecimientos tan valiosos como la desacralización del Estado, el nacimiento de las universidades, el esplendor de las artes, el derecho de gentes, la defensa de los indígenas en América, las primeras leyes sociales o el combate a los totalitarismos en el siglo XX.

Y esto, a pesar de que el comportamiento de muchos cristianos a lo largo de la historia ha dejado mucho que desear. Por momentos pareciera que el mundo occidental quiere renegar de su herencia cultural cristiana y erradicar cualquier referencia a estos orígenes. Lo que está en juego no es una religión determinada –en Occidente desde hace siglos se estableció la libertad de creer o no— sino una concepción del mundo capaz de salvar el bien, la verdad y la belleza frente a los embates de la barbarie.

POR FERNANDO RODRÍGUEZ DOVAL
POLITÓLOGO
@FERDOVAL

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