La semana pasada se dio a conocer que la inflación anualizada en México se incrementó un 7.05% en la primera quincena de noviembre, lo que significa el mayor nivel en más de veinte años.
La inflación es una de las distorsiones más dañinas que puede haber en una economía, ya que desincentiva el ahorro, frena el crecimiento económico e incrementa la pobreza y la desigualdad. Sus causas son variadas y tienen que ver tanto con decisiones del gobierno como con condiciones internacionales.
La inflación afecta más a los más pobres debido a que destinan una mayor proporción de su ingreso a adquirir bienes de primera necesidad y tienen más limitado el acceso a los instrumentos financieros que los pueden proteger de la inflación.
¿Cómo combatir los efectos de la inflación? La respuesta es simple: generando mayor crecimiento económico a fin de que los mexicanos cuenten con más ingreso. Para lograr esto, es indispensable otorgar confianza a los inversionistas, que son los que crean nuevas empresas y negocios y, por lo tanto, generan empleos y riqueza.
La inversión implica que un empresario arriesgue su dinero con el fin de obtener ganancias a lo largo del tiempo. No pensemos que las inversiones son exclusivas de los grandes capitales: inversión es también la que hace un pequeño emprendedor que con sus ahorros decide abrir una papelería, una peluquería o una cocina económica. Cada uno de esos micronegocios ya está creando dos o tres empleos, está pagando impuestos, está ofreciendo un servicio, y está contribuyendo a la prosperidad de un país.
Pero evidentemente nadie querrá arriesgar su dinero para abrir un nuevo negocio si el gobierno no garantiza las condiciones adecuadas, si no se respetan las reglas del juego fijadas de antemano, y si desde el atril presidencial se agrede todos los días a la iniciativa privada.
Desde el otoño de 2018, mucho antes de la pandemia, la inversión en México se ha desplomado. Y eso ha llevado también a que caiga el Producto Interno Bruto, cierren empresas y haya más desempleo y pobreza. Ahora también hay más inflación.
Por si lo anterior fuera poco, no ayuda en nada la propuesta que hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador para presidir el Banco de México, institución que tiene la función de garantizar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda, es decir, combatir la inflación.Al ver lo que ha ocurrido con otros órganos constitucionales autónomos, no debe descartarse que ahora AMLO pretenda colonizar con incondicionales al Banco de México, y regresemos a aquellos tiempos oscuros en los que la política monetaria estaba al servicio de los intereses políticos del gobierno. Las crisis económicas de los 70 y 80 –con inflaciones de hasta tres dígitos— son la evidencia de hacia dónde lleva ese camino.
POR FERNANDO RODRÍGUEZ DOVAL
POLITÓLOGO
@FERDOVAL
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