Columna Invitada

Cop26: el planeta en la encrucijada

En realidad, no es una transición que implica billones de dólares, sino trillones de dólares

Cop26: el planeta en la encrucijada
Miguel Ruiz Cabañas Izquierdo / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Glasgow, Escocia. La 26 Conferencia de los Estados Parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés) culminó su primera semana de labores. Inició con un debate al más alto nivel, en que participaron los jefes de estado y de gobierno de más de ciento veinte países de todas las regiones, a los que se unieron voces como la del gran naturalista inglés, David Attenborough, que con maestría insuperable resumió el reto que enfrenta la humanidad: reducir lo más pronto posible el número de partículas de carbono en la atmósfera, que ha estado elevándose en las últimas décadas, como resultado de las acciones humanas. Su presentación se encuentra en internet: https://www.youtube.com/watch?v=qjq4VWdZhq8

Lamentablemente, también hubo ausencias de Jefes de Estado de algunos países que son importantes emisores de emisiones, como Brasil, China y Rusia, o de México, que en 2010 fue anfitrión de la edición 16 de la Conferencia, y que siempre fueuno de los principales líderes internacionales en eltema. Es una lástima y un desperdicio, porque en pocas ocasiones en las últimas décadas se ha visto una reunión de la importancia que reviste la Cop26. No cabe la exageración. La ciencia lo ha enfatizado con claridad: el planeta se encuentra en una encrucijada, en un cruce de caminos, que puede ser de convergencia, o de bifurcación. De reunión, o de separación. Peor aún, de asechanza, de emboscada, que es una de las tres acepciones que el diccionario atribuye a la palabra “encrucijada”.

La Cop26 se celebra cuando otra calamidad, la pandemia del Covid19 aún no termina. Pero la emergencia climática aconsejó no posponerla un año más. Además, Estados Unidos, uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero, se apartó del negacionismo, y anunció su regreso a las negociacionesmultilaterales sobre cambio climático, lo que sin duda mejoró sensiblemente el ambiente internacional y la percepción de que la Cop26 puede culminar con un éxito moderado, si hay voluntad de todas las partes.

A lo largo de la semana, se reunieron las numerosas comisiones, grupos y subgrupos de trabajo de la conferencia, coordinados generalmente por dos co-facilitadores, uno procedente de un país desarrollado, y otro de un país en desarrollo, con el encargo de elaborar y proponer conjuntamente a los representantes de los países, textos de consenso y compromiso sobre los temas de la agenda, para ser incluidos en la Declaración Final, o en decisiones específicas de la Conferencia.

Estos grupos y comisiones trabajaron mañana, tarde y noche para tratar de llegar a acuerdos sobre los múltiples temas de la reunión.Hasta ahora, se han registrado avances importantes en algunas cuestiones, como la Plataforma de Comunidades y Pueblos Indígenas; Género y cambio climático, o los Planes Nacionales de Adaptación. Ha sido un trabajo intenso, con la participación de miles de negociadores y expertos, con el valioso apoyo técnico, oportuno y comprometidodel Secretariado, bajo la dirección de la mexicana Patricia Espinosa.

Los temas más importantes están pendientes, y seguirán negociándose en la segunda fase del cónclave, a nivel ministerial, que inició hoy, lunes 8 de noviembre. El tiempo sigue su marcha,ya solo queda una semana. No se han resuelto aún cuestiones como el tema del apoyo financiero a los países en desarrollopara sus acciones de mitigación, y en especial para sus planes de adaptación. Hay que recordar que las poblaciones de los países en desarrollo, situados en su mayoría en zonas tropicales o desérticas,son las más vulnerables a los efectos del cambio climático, como son las intensas ondas de calor, los incendios, las sequías prolongadas, las inundaciones o la elevación del nivel del mar.

También siguen en discusión asuntos cruciales para el éxito de la conferencia, como la transparencia en la contabilidad en la reducción de emisiones, cómo evitar la doble computación de la reducción de emisiones en los mercados de carbono (artículo 6 del Acuerdo de París), y una metodología común para medir las transferencias financieras reales de los países desarrollados a los países en desarrollo.

Pero, indudablemente, la clave de un resultado aceptable de la reunión reside en que los países desarrollados cumplan, por fin, su compromiso de “movilizar” cien mil millones de dólares anualmente, a partir de 2020, para ayudar a los países en desarrollo a hacer frente a sus retos. No han cumplido. En el mejor de los casos han trasferido, en préstamos, inversiones extranjeras, y algunas donaciones, que son menores a 80 mil millones de dólares. Además, no hay seguridad de que esas transferencias financieras se están destinando realmente a proyectos y programas de mitigación de las emisiones, o de adaptación al cambio climático, porque todavía no hay un criterio común para decidir qué tipo de transferencias de recursos califican, o no, como transferencias contra el cambio climático.

Desde el punto de vista de los países desarrollados, tampoco es fácil transferir recursos públicos, que provienen de los impuestos de sus ciudadanos, a los países en desarrollo, si no existe certeza de que esos recursos serán bien utilizados, sin corrupción, con la certeza de que podrán ser monitoreados, y que los receptores rendirán cuentas sobre su destino. Además, los gobiernos solamente pueden aportar una parte menor de los recursos que son necesarios para la transición sostenible. La lucha contra el cambio climático exige no sólo una transición energética hacia energías limpias, sino la trasformación de los sistemas alimentarios, de transporte y eficiencia energética en las ciudades, entre otras cosas. En realidad, no es una transición que implica billones de dólares, sino trillones de dólares.

Por eso, la mayor parte de los recursos para la transición a sociedades sostenibles, tendrán que provenir del sector privado, y para que eso ocurra son esenciales, al menos, tres condiciones: 1) Que los gobiernos de los países desarrollados cumplan la transferencia de al menos 100 mil millones de dólares anualmente a los países en desarrollo en los próximos años, para que se reduzca el riesgo de préstamos procedentes del sector financiero, tanto del Banco Mundial y los bancos regionales de desarrollo, como de los bancos privados; 2) Que el Banco Mundial, los bancos regionales de desarrollo, y los bancos privados transformen sus actividades para centrarse en préstamos de largo plazo con criterios de sostenibilidad, y contra el cambio climático; 3) Que los gobiernos de los países receptores se comprometan con leyes, políticas y programas definidos y de largo plazo a favor de la sostenibilidad y contra el cambio climático, en que se de preferencia a la transición energética hacia energías limpias.

El cambio súbito de reglas del juego, en cualquier país, destruye la certeza jurídica, y por lo tanto la posibilidad de que esa nación transite a una economía sostenible. Cancelan la posibilidad de salvaguardar un medio ambiente sano y una economía sostenible competitiva. Las generaciones jóvenes pagarán caro esta osadía.

Pero hay que empezar ya por algún lado. Si en la Cop26 los países desarrollados confirman su compromiso de transferir al menos 100 mil millones de dólares anualmente a los países en desarrollo, a partir de 2022, será más factible que la Conferencia alcance acuerdos en los temas de adaptación, transparencia y mercados de carbono.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS IZQUIERDO ES PROFESOR Y DIRECTOR DE LA INICIATIVA SOBRE LOS ODS EN EL TECNOLÓGICO DE MONTERREY

@miguelrcabanas

miguel.ruizcabanas@tec.mx

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