COLUMNA INVITADA

Ofrenda obligada

El Di´a de Muertos como la gran celebracio´n nacional... desfiles, panteones a reventar, concursos de disfraces. “¿No me da mi calaverita?”

OPINIÓN

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David Marti´n del Campo / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Alejandra Cerecedo Constantino / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México

Calaveras y calaveritas, osamentas y despojos, calacas, huesos, cra´neos a lo pirata. El pai´s se distingue por su veneracio´n al Mictla´n. Ofrendas, cempazu´chil, veladoras, el retrato de la abuela, una botella de tequila, copal, incienso, papel picado. Veneracio´n y an~oranza. Ellos que se nos adelantaron. El Di´a de Muertos como la gran celebracio´n nacional... desfiles, panteones a reventar, concursos de disfraces. “¿No me da mi calaverita?”

Los turistas se fascinan al presenciar esa febrilidad mo´rbida, impensable en su propio terrun~o. “¿Que´ tiene ese pueblo que celebra con tanta efusio´n el tra´nsito al ma´s alla´?” O ma´s bien, ¿que´ no tiene? La respuesta podri´a estar en la estrofa legendaria de Jose´ Alfredo, casi casi un apotegma del ser nacional... la vida no vale nada.

Lo dijo el doctor Federico Rebolledo, tanatologo- paliativista, en una reciente conversacio´n familiar... “el ser humano esta´ hecho para vivir 40 an~os, 45 a lo ma´s; si ahora vivimos 70, 80 an~os o ma´s, se debe a las vacunas, los antibio´ticos y la buena alimentacio´n de la que gozamos”. Luego, en un acto de confesio´n, mostro´ el parche de morfina que llevaba en el pecho. “Tengo ca´ncer en los huesos, pienso que llegare´ al nuevo an~o. Mi familia me tiene preparada una gran fiesta de celebracio´n para mi cumplean~os en noviembre”. Asi´ es la gente prevenida, meto´dica, ritual.

Medio siglo atra´s no existi´a tal profusio´n celebratoria. El 2 de Noviembre era consagrado a la visita al camposanto, la oracio´n en recogimiento, la modesta ofrenda en el rinco´n de casa. Ahora el festejo ha perdido su origen solemne y los locutores radiofo´nicos saludan el di´a con una expresio´n de pasmo: “¡Feliz Di´a de Muertos!” De no creerse. Los muertitos mexicanos de la mano de las brujas gabachas del Halloween. Que´ felices y te´tricos somos en nuestra banalidad consumista...

La muerte en Me´xico, sin embargo, es algo ma´s que una celebracio´n ci´clica. Nos resulta tan familiar y cotidiana, como en los tiempos en que se comentaba... “¿Y co´mo estuvo la fiesta?” “Bieeen... noma´s hubo dos muertitos”. Aquel Me´xico pistola en mano que no ha desaparecido, sino simplemente evolucionado. La inseguridad galopante que vivimos con la multiplicacio´n de los ca´rteles de la violencia, ocasiona que el promedio cotidiano de “muertes violentas” (es decir, asesinatos) sea de 95. O sea que, en lo que transcurre la lectura de estas li´neas, habra´ un par de homicidios por robo o vendetta.

Pero ahi´ no queda la cosa. Al centenar de occisos baleados, habri´a que an~adir los de la pandemia. Desde marzo de 2020 los decesos que ha ocasionado el virus Sars- cov2 se multiplicaron a niveles inusitados. En parte debido a la letalidad del virus, en parte a la ineficiencia de las autoridades sanitarias, el microbio ha ocasionado medio millo´n de fallecimientos (en te´rminos pra´cticos, no cen~idos a la censura oficial), o sea un promedio de 25 mil muertos por mes... a razo´n de 830 por di´a.

Ahora parecie´ramos respirar mejores tiempos, en parte debido a la vacunacio´n ma´s o menos masiva, en parte a los muchos enfermos del virus que sobrevivimos, y que hemos desarrollado anticuerpos. Y quiza´s por todo eso... los asesinatos de escandalosa cotidianidad y los fallecimientos de la epidemia mundial, sea que ahora la muerte, con minu´sculas, este´ siendo celebrada como la gran Reina de Me´xico, con mayu´sculas, soberana de nuestra falta de ley.

Mucho se ha dicho del horror de los soldados del Conquistador ante el tzomantli erigido al pie de la pira´mide de Huitzilopochtli... cientos, si´ no es que millares de cra´neos espetados en largas pe´rtigas de patetismo y crueldad. Y eso es, precisamente, lo que ocasiona tal desaliento nacional... la ausencia de empati´a, caridad cristiana, y si´ la sobrada sevicia en las ejecuciones y abandonos hospitalarios. “Lo sentimos mucho, ya no hay camas”.

Y hablando de ofrendas obligadas, el doctor Rebolledo, por cierto (autor del libro “El si´ndrome del aniquilamiento”) fallecio´ a mediados de agosto pasado, sin poder disfrutar de aquel festejo de Adio´s y Celebracio´n que le preparaban los suyos. Vivio´ algo ma´s que los 45 an~os que estipula la especie en ausencia de vacunas y antibio´ticos.

Por siempre le agradeceremos el alivio que ofrecio´ a Blanca Estela, mi mujer, en su tra´nsito sedativo al cielo. Se han cumplido 90 di´as ya, cen~idos al duelo y la serenidad. La suya fue una vida entregada a su familia, a la UNAM, a la alegri´a de vivir. Nunca la olvidaremos. Para ambos, sea, una ofrenda obligada.

POR DAVID MARTÍN DEL CAMPO

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