ARTE Y CONTEXTO

La estética de la muerte parrandera

Por mi parte ya fui al mercado de Jamaica por las flores de cempasúchil, y estoy casi segura de que por las noches su color anaranjado es más intenso aún. Sí, acabo de voltear a verlas y estoy segura de que así es. Son hermosas y huelen muy bien

OPINIÓN

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Julén Ladrón de Guevara / Arte y contexto / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

Faltan pocos días para las fiestas de los muertos en México y casi todos los que vivimos en esta parte del planeta ya estamos “en sus marcas”. Esta es una de las mejores temporadas del año, incluso muchos la prefieren a la navidad o su cumpleaños porque es más divertida y te puedes disfrazar de catrina diamantinada o de diablesa perversa, por ejemplo. De manera oficial, los festejos duran tres días con el Halloween incluido, pero en realidad comienzan un mes antes en los centros comerciales. A mediados de septiembre ya podemos ver algunos panes de muerto en cajitas de a seis piezas en las panaderías del supermercado, justo a un lado de las tostadas para el pozole del día de la Patria. Más o menos el 15 de octubre los mercados de estados como Oaxaca, Veracruz, Morelia, Chiapas o la Ciudad de México entre otras, comienzan a montar las romerías sobre la calle, que es la vendimia de productos alusivos a temporadas. Aquí podemos comprar todo lo necesario para tener una mejor ofrenda que la del año anterior, como papel picado calaveritas de azúcar, figuritas de barro que emulan moles de olla con pierna de pollo y arroz u otras comidas, mascotas-calaca, maquillaje de fantasía, mucha diamantina, guantes de red para los trajes de catrina, antifaces, veladoras y una serie de cosas que me fascinan visualmente. 

Por mi parte ya fui al mercado de Jamaica por las flores de cempasúchil, y estoy casi segura de que por las noches su color anaranjado es más intenso aún. Sí, acabo de voltear a verlas y estoy segura de que así es. Son hermosas y huelen muy bien.  

En este país que produce tantos muertos de manera innecesaria, hemos aprendido a retomar el concepto de la muerte para edulcorarla y llevarla como una carga menos pesada por un ratito nada más. Así, jugamos a que nos visitan los parientes que ya se fueron o los amigos que no podemos dejar de extrañar; les ponemos cigarros, un tequila, sus dulces favoritos y les hablamos mientras colocamos con cuidado alguna foto suya donde esté sonriendo. ¿No les parece que es una gran terapia? Supongo que en especial 2021 tendrá millones de altares prematuros dedicados a personas que deberían estar aquí pero que fallecieron de COVID, de un cáncer reincidente por la falta de medicinas o de algo así de cruel. Sin embargo tenemos nuestra fiesta para ellos, y festejar de esta manera nos da la oportunidad de tener una catarsis menos hiriente. 

Almibarar la muerte bajo estas circunstancias no me parece nada mal; nos ayuda asimilar la ausencia de nuestros imprescindibles, nos da permiso de comer y beber de más a nombre de nuestros muertitos, de bailar felices sobre sus tumbas en los panteones oaxaqueños, de comprar un montón de flores para llenar nuestras casas y sobre todo, de sentirnos orgullosos de ser mexicanos a pesar de los tiempos que corren. 

Por mi parte prometo regresar de la fiesta hasta que me de el sol en la cara, con mi disfraz de ánima del purgatorio sexy que ya casi termino de coser y con el recuerdo de tiempos mejores, acompañada por los amigos que me estarán esperando en casa a manera de foto en mi pequeño altar personal. 

POR JULÉN LADRÓN DE GUEVARA
CICLORAMA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@JULENLDG

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